A Lisa le dolían los músculos, que la adrenalina había recorrido durante horas como preparación para la acción. Sentada en el coche, no había podido descargar toda la epinefrina al torrente sanguíneo. Podía sentir los latidos del corazón y empezaba a dolerle mucho la cabeza.
La capitana Torres iba acomodada en la parte de atrás y hablaba por el móvil con Winston Parnell, el sheriff del condado de Eldon. Ya se había repetido varias veces, lo que hacía pensar que el sheriff Parnell no tenía muchas luces. Lisa quería quitarle el teléfono y chillar: «¡**** sea! Vamos hacia su insignificante ciudad para hacer nuestro trabajo. Apártese de nuestro camino y nadie saldrá herido.»
Notó que Ben lo miraba de soslayo con una expresión de preocupación y trató de relajar las extremidades, pero las tenía agarrotadas y le dolían por todo el azúcar acumulado en el sistema nervioso a causa del estrés. Y aunque sonrió a su compañero para tranquilizarlo, pudo leerle en la cara que su sonrisa había sido más bien una mueca.
Torres colgó el móvil con un clic sonoro.—Confiaba en resolver esto por la vía más sencilla, pero el sheriff insiste, en que pasemos por su oficina de Travis para hablar con él.
—¡Al diablos! —gruñó Lisa—. No tenemos tiempo que perder jugando a ser amables con un melón de pueblo. Jennie está en peligro.
—Manoban... —empezó a hablar el teniente Jenkins, pero Torres lo cortó.
—Sé que está nerviosa, detective, pero necesitamos la ayuda del sheriff. Él conoce bien la zona y nosotros no. Él conoce bien a la gente que vive allí y nosotros no. Él conoce los pinares y nosotros no.
—Le he dejado unirse a esta operación a sabiendas de que está usted implicada personalmente... —intervino Jenkins con la voz dura.
—Teniente, yo no... —explicó Lisa.
—Pare —lo interrumpió su jefe—. Usted tiene algo que ver con la mujer secuestrada, y ésa es una implicación personal. Así que, si no quiere que le dejemos aquí mismo, mantenga el pico cerrado y obedezca las órdenes, ¿me ha entendido?
Su formación militar prevaleció y Lisa se tragó su rabia.—Sí, señor. Gracias, señor.
La mirada del teniente se suavizó.—La traeremos de vuelta, hija. No debe perder la confianza.
—Sí, señor.
En lugar de añadir algo que pudiera dejarlo fuera de aquel coche, Lisa se calló y apretó las mandíbulas con tanta fuerza que acabaron doliéndole los dientes. Miró por la ventana el paisaje que iban dejando a su paso. Había torres de perforación y extracción petrolífera en medio del ganado o junto a casas tipo rancho o en pequeñas plantaciones de trigo o maíz.
Aunque mantenía la mirada fija en el exterior, con la mente seguía visualizando a Lisa, tal y como la recordaba en la cena de la noche anterior. Apenas doce horas antes, le había prometido que la protegería. Y ahora ella se encontraba en manos de un pervertido sexual. Su amable y divertida Jennie, tan llena de sorpresas y contradicciones, estaba ahora con Kwon Ji Yong. «Si le toca un pelo de la cabeza, lo mataré. No me importa si me paso en la cárcel el resto de mi vida. Habrá valido la pena. Aguanta, nena, enseguida estaré contigo.»***
Jennie estaba sentada en un taburete alto situado en el centro de lo que el constructor debía de haber imaginado como sala de cine: una habitación amplia y cuadrada sin ventanas y pintada en gris oscuro. Y ahí es donde acababa todo parecido con una casa normal.GD la había llamado su «sala de juegos». De las paredes colgaban tiras de sujeción para muñecas y tobillos, y un aparador de caoba y cristal servía de mostrador para los látigos y las fustas. A la izquierda de Jennie se extendía una estrecha camilla llena de estribos, y a su derecha, había una especie de instrumento de madera con cadenas y poleas.

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Voyeurver
FanfictionLa tímida asistente social Jennie Kim sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormitorio anónimo, Jennie encontraba material para sus fantasías...