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N1: pues este capitulo es contenido para 18+ así que si no les gusta no lo lean..
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—Pero, ¿qué ha…? —Lisa se quedó mirándola boquiabierta.
Ella le dedicó una sonrisa.

—Sólo estoy devolviéndote el favor. Te debo un orgasmo.
Entonces Jennie enrolló la toalla de felpa a modo de cojín y se la colocó bajo las rodillas. Libre de su envoltorio, había quedado totalmente desnuda y a los pies de Lisa.

— ¡Dios, nena…! —dijo ella con la respiración marcada mientras se inclinaba hacia Jennie.
Jennie le detuvo con un gesto.

—No. Ahora me toca a mí hacerte disfrutar —dijo, y empezó a acariciarle el bulto que se había formado en sus vaqueros y que, de inmediato, empezó a crecer. La mirada perpleja de Lisa la hizo reír.

—Te gusta, ¿eh? —bromeó antes de bajarle la cremallera de los pantalones.
El pene apareció como una roca, dispuesto en el agresivo ángulo agudo que formaba con su cuerpo y brillante como una pieza de mármol de Carrara a la tenue luz que iluminaba el balcón. Blanquecina, recubierta de venas de tono más oscuro que la recorrían desde la base hasta la punta, el miembro parecía enorme. La erección había retirado el prepucio, de modo que el miembro aparecía desnudo. Jennie descubrió una gota de líquido seminal a punto de caer de la punta en forma de seta, y la recogió con la lengua. Sabía salada y ofrecía una textura viscosa.

— ¡Dios…! —dejó escapar Lisa.
Jennie rió y se inclinó hacia delante. Abrió la boca y se introdujo la punta del pene en la boca. Lamió la raja hasta que vio brotar una nueva gotita, lubricó la cabeza del miembro con la lengua antes de sacársela de la boca y chupó de nuevo la abertura, aunque esta vez por la parte inferior.

Lisa temblaba y se balanceaba sobre Jennie, que, al acordarse del placer que le había proporcionado media hora antes, se sentía encantada de poder corresponderle. Aunque ya les había hecho mamadas a otros chicos antes, nunca lo había disfrutado. Pero en esta ocasión parecía diferente. Lisa resultaba tan excitante y tan generosa en la cama que le apetecía ofrecerle lo mismo. Alternó los lametazos con los movimientos de succión y se concentró en la cabeza hinchada del pene.
Lisa la agarró del pelo con las dos manos para tirar de ella hacia sí y clavársela más. Ella se resistió y alejó la cara para extraerse el miembro.

—Todavía no, encanto. Aún no estás lista.
Convencida de que iba a regalarle la mejor mamada de su vida, Jennie le levantó el pene y lo lamió por debajo desde la punta hasta la base. A Lisa se le tensó el cuerpo hasta tal punto que ella pudo notar la contracción de los músculos.

—Nena, me estás matando —murmuró.
Encantada de pillarla desprevenida por una vez, continuó aplicándole aquel dulce tormento. El miembro permanecía erecto y en dirección hacia el cielo, de modo que Jennie tenía acceso a los testículos. Inclinó la cabeza y se acercó para empujar suavemente con la nariz los sacos recubiertos de vello mientras aspiraba su aroma almizclado y ligeramente amargo. Se introdujo una de las bolas en la boca y jugueteó con ella antes de atraparla con los dientes.

—Ten cuidado… —la voz de Lisa sonó ronca.

Jennie separó los labios y movió la lengua alrededor del testículo para aliviarlo.
Luego, mientras le rascaba delicadamente el interior de los muslos con la mano izquierda, trató de registrar todos aquellos datos en la memoria: la sensación era de extrañeza, al tacto resultaba áspero y blando, y el sabor era inconfundible.
La respiración de Lisa iba aumentando los intervalos y era entrecortada.

—Mámamela, por favor —rogó.

Jennie le liberó el testículo y elevó la cabeza en busca del pene que tan desesperadamente la reclamaba. Sonrió y agarró el miembro que asomaba protuberante. Había llegado el momento de poner fin a los juegos.
Abrió la boca y se metió la polla hasta el fondo. Lisa rugió de placer cuando casi rozaba la agonía.

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