Té derramado en croquetas de pescado

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Kuroo y Tsukishima se quedaron hasta tarde en mi casa.

Sin embargo, las palabras que me había dicho Kuroo con anterioridad estaban resonando en mi cabeza. Estaba atento a cualquier movimiento que hacia el prometido de Kuroo hacia Tadashi.

Apenas nos conocíamos como para que su relación fuera muy estrecha, y aun así Tsukishima parecía estar muy cómodo estando pegado con Tadashi todo el tiempo.

Estaba nervioso, mis manos doblaban la servilleta interminablemente sin casarme. De un momento a otro me puso demasiado incomodo estar rodeado de estos dos sujetos que sólo parecían querer molestarme.

–Eres demasiado amable, Yamaguchi. Serás una buena esposa en el futuro –mencionó Tsukishima. Quien, aunque ya sabía que Tadashi era un chico, se empeñaba en decirle pronombres en femenino, quizás burlándose de él.

–No lo sé, quizás sólo Kenma podrá afirmar eso –dijo Tadashi con una sonrisita.

–¿No hay forma de que sea yo quien pueda afirmarlo? –Tsukishima me ignoro por completo y sostuvo tiernamente el rostro de Tadashi, buscando en él una respuesta afirmativa. Pero Yamaguchi aun sin contestar, sólo sintió como un líquido tibio fluía desde su cabeza hasta sus pies.

Tsukishima se apartó de inmediato, mientras que Kuroo me quitaba de las manos la tetera que sólo hace un momento estaba medio llena.

–¡¿Qué demonios pasa contigo?! ¡¿Por qué diablos hiciste eso?! –me gritó Kuroo.

Tsukishima me encaro, pero no dijo nada, y yo le devolví el silencio.

–Vámonos, Kuro –dijo tranquilamente el prometido de Kuroo, dirigiéndose a la puerta principal.

–No quiero dejar a Yamaguchi aquí –Kuroo se acercó rápidamente a Tadashi prestándole servilletas desechables para limpiar su vestido arruinado por el té derramado.

–No te preocupes, estoy bien –mi prometido sonrío, y Kuroo comprendió en ese momento que Tadashi no es un chico débil que pueda romperse con agua tibia. Antes de irse, Kuroo se disculpo por la actitud de Tsukishima y salió.

Ese día Tadashi tenía un vestido blanco que combinaba con su piel trigueña.

Yo estaba esperando que Tadashi me gritará, me golpeará o por lo menos derramara su taza de té sobre mí, como venganza.

En lugar de eso, lagrimas rodaron sobre sus mejillas ensuciando aun más aquel vestido.

–Eran mis primeros amigos –diciendo esto, subió a mi cuarto y se encerró dentro.

Deje caer mi cabeza sobre la mesa, dejándome sumergir en la mierda.

Los gatos que maúllan debajo del árbol de cerezos (KenYama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora