Discusión de gatos a la luz de la luna

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Kenma comenzó a recortar mi cabello con una afeitadora eléctrica, cuando termino paso un espejo delante de mí para ver mi nuevo corte. Lo único que quedaba de mi antiguo cabello largo olivo era mi flequillo que levemente sobresalía por encima de mis cejas.

Me levanté sin hacer mucho ruido y me dirigí a la entrada principal de la casa de Kenma.

–¿Te vas? ¿Tan pronto? –masculló.

–Es tarde, y tengo que lavar el uniforme –aseguré.

–¿Lo llevarás mañana también? P-ero –

–Yo sabre que hago –lo interrumpí.

Kenma me miró incrédulo y algo molesto, lo sé, también me enfadaría con él si me hablara más cortante de lo usual, pero si dejo que me influencie en esto, habré fallado en la misión de crecer y madurar.

–Me uní al club de los gatos callejeros –Kenma puso una cara muy molesta.

El club de los gatos callejeros no era solo un club para reunirse a convivir o a practicar algún deporte. Allí, iban hombres gato para empezar o terminar peleas con las personas comunes. Kuroo era un gato muy tranquilo que se enfocaba en ayudar a sus compañeros gatunos a terminar las peleas, pero también era verdad que no todos eran así. Había muchos otros que comenzaban las riñas.

–¿Qué pasa contigo? ¿Desde cuando eres orgulloso? ¿A quién le estas demostrando que eres un idiota? –dijo irritado.

–¿Yo un idiota? ¿Qué hay de ti? ¡Siempre te peleabas con los chicos que me molestaban! ¿Ahora por que es tan diferente que lo haga yo mismo? –mencione ruborizándome de la ira.

–¡Exactamente por eso! ¡Deja el orgullo a un lado y déjame protegerte! –Kenma me había tomado de la camisa con fuerza –Solo... –tomo una leve pausa y me soltó –Solo haz lo que quieras... –dijo mientras se daba la vuelta, parecía avergonzado por algún motivo que no comprendí, se sentó dándome la espalda y no volvió a mirarme. Su cola de gato se meneaba de un lado al otro.

Cuando Kenma era niño y estaba realmente enojado no hablaba con nadie y se iba a encerrar a su habitación, podía quedarse sentado durante horas viendo hacia la ventana reflexionando acerca de qué fue lo que lo molesto, meneando su cola hasta que anocheciera, o hasta vislumbrar los primeros rayos de sol.

–Yo... eso es lo que haré... Y voy a volverme lo suficientemente fuerte para que no tengas que volver a protegerme –no hubo ninguna reacción, salí de su casa y mire al cielo. Era noche de luna menguante.


Los gatos que maúllan debajo del árbol de cerezos (KenYama)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora