Parte 1. Marie.

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Tengo el recuerdo muy fresco en la memoria.

Yo era una niña. Vivíamos en una casita humilde pero muy bonita. Estaba rodeada de un jardín frondoso que daba al bosque. Mi padre había instalado unos columpios y a la hora de la merienda me gustaba salir con mi bocadillo y columpiarme mientras los últimos rayos de sol de la tarde calentaban mi cuerpo.

Vivíamos en una zona de lobos pero mi casa estaba bien delimitada. Los lobos no se acercan nunca donde ven movimientos de humanos. Para que te ataquen tienes que haber invadido su terreno. Así que cada tarde me columpiaba la mar de tranquila.

Sin embargo esa tarde fue totalmente diferente. Sentí un olor fuerte y pesado. Como si hubiera un regimiento de perros tras de mí. Sentí como la sombra me cubría. Alguien había tapado el sol como si detrás de mí hubiera una persona enorme.

Yo solo tenía unos siete años. Me giré para buscar la procedencia del olor. No me dio tiempo a ver más que una boca enorme que agarró mi camiseta y me arrastró hasta el bosque. Era una manada de lobos dispuesto a darse un gran festín conmigo. No tengo palabras para describir el horror, no porque no las encuentre, sino porque el dolor de una hincada en mi brazo hizo que me desmayara.

Lo que ocurrió a continuación no estoy segura de si lo iba viendo en escasos minutos de lucidez o fue que lo soñé. Pero creo que un lobo enorme de pelaje completamente blanco se enfrentó a los demás y tras conseguir que huyeran me llevó de nuevo junto al columpio.

Como si quisiera asegurarse de que sería recogida por alguien que se encargara de mí aulló hasta que mi madre salió a la puerta del porche. En cuanto ella se asomó el gran lobo dio un salto y se perdió en la espesura del bosque.

Solo recuerdo que tenía los ojos intensamente azules.

EscalofríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora