Parte 10. Marie.

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Adeliane siempre había sido una especie de ratón de biblioteca. Era mi mejor amiga desde que éramos niñas y toda la vida su imagen en mi retina había sido la de una niña delgaducha , con gafas y una brillante coleta de cabello oscuro metida en una biblioteca en busca de un buen libro.

No solamente leía lo que correspondía en el colegio, que ya de por sí teníamos dos libros que leer por trimestre, sino que además buscaba en la biblioteca libros de apoyo para esas novelas que leíamos, y las devoraba con intensidad. Siempre admire en ella esa sed de conocimiento. También cogía libros de cocina, de naturaleza, de biología, de metafísica. Recuerdo que una  vez conté los libros que había leído en un mes y entre los tres del trimestre que ella devoraba en las dos primeras semanas, y los que iba cogiendo venía leyendo unos diez libros al mes.

Con todo esto lo que quiero decir es que es una persona preparada, una persona que intuyes tiene la madurez de quien sabe mucho. Pero quizá me equivoqué cuando le planteé lo que llevaba días intentando decirle. 

-Creo que ese chico, Ronald, no  murió. Pasó algo raro con los lobos.

Ella arqueó su enigmática ceja oscura y bajando sus gafas en un gesto retador dijo:

-Sé lo que estás pensando y tengo que decirte una cosa; deja de leer novelas de licántropos. En serio, Marie, llevo observándote días. No haces más que hablar de lobos. Te quedaste con aquella foto del lobo blanco de los ojos azules. Ya basta. Una manada de lobos ha matado a un chico. Vale, no era el chico más simpático del mundo. En realidad era un idiota abusador y maleducado. Pero lo han matado los lobos. Como amiga te voy a pedir que, al menos, delante de la gente disimules esa extraña devoción por los lobos. Y desde luego, deja de pensar en fantasías de novelas baratas.

EscalofríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora