Parte 16. MARIE.

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Todavía estaba temblando mientras me preparaba dentro de la seguridad de mi casa un té de hierbas tranquilizantes cuando escuché un gemido.

No era el quejido de una persona pero tampoco sonaba totalmente animal.

Olvidándome de que ya me había sacado el abrigo y que solo llevaba un finísimo pantalón de hilo y una camiseta de algodón, salí de casa en busca de quién hubiera exhalado tan lastimera queja. 

Sentí como el aire frío cortaba la piel de mis mejillas y la sensación se me coló cuello abajo hasta recorrerme todo el cuerpo. Pero la desagradable sensación térmica se evaporó cuando lo ví.

Tendido en el suelo, un chico desnudo sangraba.

Era él.

Era Jacob.

Yo lo sabía.

Me acerqué y acaricié su espalda como hubiera podido acariciar su pelaje cuando estaba convertido en lobo.

Esta vez ya no tuve la sensación de estar loca. Yo estaba en lo cierto. Mi lobo no era un lobo tal cual. Era un licántropo.e

-¿Cómo te llamas? - le pregunté.

Fue entonces cuando vi sus inmensos y profundos ojos azules.

Por si había tenido alguna duda aquel chico me miraba con la misma expresión que mi lobo.

-Soy Jacob - me dijo entre quejidos.

Miré la marca que había en su cuello. Una bala había rozado su mandíbula. Era un milagro que estuviera vivo. Medio centímetro más arriba lo habría matado en el acto.

-Escucha, Jacob - le dije profundamente conmovida. - Tengo que llevarte al hospital.

Él asintió con la cabeza sin demasiada fuerza para contestar.

Me levanté del suelo donde ambos estábamos, él tumbado, yo arrodillada mirando como su mandíbula sangraba. En la mayoría de ocasiones la visión de la sangra me hacía desmayarme o como mínimo sentirme muy mal, pero esta vez fue distinto. Fue como si su sangre fuera mi propia sangre. Tuve la extraña sensación de que éramos uno.

Como pude lo metí en el coche envuelto en una manta de color verde prado que unos minutos después ya estaba llena de restos de la sangre de mi lobo.

Arranqué mi furgoneta y nos dirigimos al hospital.



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