HIGH ENOUGH 進撃 ✓

14. i can make the pain better

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El peso de Hange se posó a tu lado y sentiste su suspiro después de que cayó en la cama. Giraste para mirarla en la penumbra de su habitación, pero aún así lograste distinguirla. Se quitó las gafas y se frotó los ojos antes de dejarlas a un lado para recostarse mejor. Tus ojos se fijaron en los suyos y ella te sonrió con ternura.

— Ya  se está curando. — dijiste, mientras tus dedos tocaron suavemente la cicatriz en su rostro que ya estaba cerrada. Había pasado una semana y estaba completamente sanada. Hange se estremeció, pero permitió que la tocaras sin resistencia.

Eras la primera y única persona a la que le permitía hacerlo, aunque no lo admitiera abiertamente.

— Sigo sintiéndome tan culpable por ese día. — susurró casi en un murmullo, mientras tomaba tu muñeca con poca fuerza y acariciaba torpemente la piel de esta. — ¿Qué habría pasado si no hubiera actuado antes? No quiero ni pensarlo. — rió secamente ante su propia ocurrencia y dejó caer tu mano sobre su mejilla, suspirando con cansancio. — Estaba tan preocupada por mí misma que casi te sucedió algo, y actué tan irresponsable.. Es mi culpa que te haya metido en esto. Soy tan egoísta.

— ¿De qué estás hablando, Hange? Jamás fuiste egoísta, nunca lo has sido. — respondiste mientras acariciabas su rostro con suavidad. Esperabas pacientemente que hablara más, pero ella simplemente se rió.. — Hey, realmente.. estoy orgullosa de lo que has hecho.

Sus ojos volvieron a brillar con entusiasmo al mirarte a los tuyos. Se había puesto tan feliz al escucharte. Lo decías con tanta delicadeza, era algo que definitivamente iba a recordar.

— Te hice llorar tantas veces.. — murmuró, como si se sintiera insegura de decirlo. — ¿Cómo puedes estar orgullosa de eso?

— Hablo de ti. — interrumpiste, sin detener las caricias. — En todo el tiempo que llevo viniendo aquí, no has fumado ni una sola vez desde la última vez. ¿Cómo no estaré orgullosa de ti?

Después de un rato, ella finalmente sonrió y se acercó a tu rostro lentamente. Sus narices chocaron y su aliento cálido con olor a menta se interpuso en ese estrecho espacio entre ambas. Luego, con más seguridad, levantó la cara y te besó sorpresivamente, pero tú lo recibiste gustosamente y aumentaste la intensidad del beso.

Quiso llegar más lejos, así que no tardó en poner todo el peso de su cuerpo sobre el tuyo sin detener el beso. Sus manos suaves viajaron por tu cuello y se deslizaron hacia la parte trasera de tu cabeza, desordenando tu cabello mientras intentaba tenerte más cerca.

Sus labios se movían con los tuyos, buscando más de ti, como si fuera la primera vez que lo hiciera. Sus piernas desnudas se frotaban contra las tuyas, una de ellas intentando abrirse camino entre tus piernas. Su rodilla casi presionaba contra tu núcleo y la simple cercanía te hizo suspirar con deleite.

El calor emanaba de la habitación oscura de Hange, envolviéndote en su abrazo sofocante. Los sonidos húmedos de sus labios al chocar se mezclaban con el palpitar de tu corazón acelerado. La lengua de la mujer se coló en tu boca con un atrevimiento juguetón, buscando dominio sobre la tuya y finalmente, logrando su objetivo. Sus dedos expertos recorrían tu cuerpo, moldeando suavemente tus curvas y elevando la camiseta para revelar tu piel ardiente. Todo esto mientras continuaba besándote apasionadamente, sin detenerse a tomar un respiro.

Sin decir una sola palabra, Hange se apoderaba de tu cuerpo de una forma distinta y única. Cada caricia, cada beso, parecía tener un propósito, una intención. Un pensamiento fugaz cruzó por tu mente, ¿había decidido hacerlo de esta manera por preocupación hacia ti, por temor a lastimarte? ¿Había cedido ante su propia suavidad como siempre habías soñado despierta?