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Era un nuevo día, chillidos se oían por toda la bodega, había una fila enorme de bebés acomodados de acuerdo a su edad con los nombres que le habían puesto cada uno.

Raúl: ¿Está todo listo?

Xx: Así es

Señor: Buenos días

Raúl: Buenos días ¿Comenzamos?

Señor: Sí

Por esa larga fila comenzaron a caminar recorriendo los cuerpos de aquellos bebés que lloraban.

Señor: ¿Quién es?

Raúl: Se llama Carlos tiene 6 meses, es el bebé más pequeño que nos llegó, proviene de México

Señor: Llévenlo al cuarto rojo el será el primer que se adiestrará

Tomaron al pequeño bebé de piel morena con ojos azules y cabello negro y cuando Raúl le dio la señal llevaron a ese pequeño a la habitación roja.

Señor: Encárgate del resto sabes los clientes que es lo que piden

Raúl: ¿No lo hará usted?

Señor: No, no quiero perderme de cualquier detalle sobre ese pequeño que a partir de hoy su nombre será Zeruel

Raúl: Sí señor

El señor salió de la bodega yendo a ver a ese pequeño que llevaron a la habitación roja, abrió la puerta y lo veí tranquilo, no lloraba, como los que estaban en la bodega.

Señor: Ven aquí

El señor lo tomo entre sus brazos cargándolo y arrullándolo, el bebé solto ligera risitas mientras lo veía y movía sus manitas sin entender lo que pasaba.

Señor: Serás la mascota perfecta yo me encargaré de eso

Sonrió pero a diferencia del bebé que lo hacía con inocencia, él lo hizo con maldad, una persona inocente, un bebé que apenas empezaría su recorrido por este cruel mundo.

Depósito al bebé de nuevo en la mesa y salió de la habitación dejándolo atrás, porque a partir de mañana comenzaré a su entrenamiento donde dejaría de ser una persona para convertirse en un animal.

Pero el pequeño no lo sabía, no sabía que iban a abusar de él, que iban a violarlo, a maltratarlo, lo adiestrarían como a un perro y la venderían al mejor postor.

Sin Rostro, Sin Nombre, Sin Derechos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora