Castigo

1.8K 66 2
                                    

La habitación roja, todos se dirigían a esa habitación, unos por obligación, otros por placer y otros por castigo, unos sollozos se oían, el pequeño iba llorando todavía mientras era cargado hasta aquella habitación.

Raúl

La puerta se abrió, Zeruel volteaba a verme, yo desvíe la mirada, él fue colocado en la mesa, le amarraron las muñecas y piernas, cada una al extremo de la mesa, el pequeño seguía llorando, el señor fue por una mordaza pero esta hacia que no pudiera cerrar la boca.

Señor: Acércate Raúl

Camine hasta él, mire a Zeruel, estaba inmóvil, el señor prendió su cigarro y rodeo la mesa, cuando menos me lo esperé presiono el cigarro en uno de los testículos de Zeruel, él lloro más fuerte mientras se removía.

Señor: Mira como se retuerce, hay que enseñarle, toma

Me entregó su cigarro, no entendía para, luego se posiciono frente a Zeruel, tomo su pequeña lengua y coloco una pinza en la punta para que no pudiera meter su lengua

Señor: Tu turno 

<¿Mi turno?>

Señor: Así es, hay que enseñarle que las mascotas no pueden hablar, apaga el cigarro en su lengua y hazle saber el motivo por el cual estas haciendo eso

Tembloroso me acerque a Zeruel, no podía hacerlo, mis manos temblaban y mucho, la mirada del señor sobre mi me crispaba y me ponía más nervioso de lo que ya estaba.

Señor: ¿Qué esperas?

<Sabes que esta mal que hables y aún así lo haces>

Acaricie la mejilla de Zeruel mientras decía todo esto bajo la atenta mirada del señor

<¿Entenderás que no lo debes hacer más?>

Lloro más el pequeño cuando pegué el cigarro a su lengua, se movía y retorcía, tome su cabeza dejándolo estático y presioné más fuerte el cigarro en su lengua.

<¿Entenderás? Eres una mascota, las mascotas no pueden hablar>

Sólo lloraba, me sentía incomodo pero sabía que si lo soltaba y lo dejaba el señor continuaría y sería peor para él así que presione el cigarro por completo para terminar de apagarlo y pregunte una vez más.

<¿Entendiste?>

No tenía idea si había entendido pero movió su cabeza frenéticamente asintiendo, era lo único que se le había enseñado, asentir, ni si quiera sabía negar, entonces solté el cigarro pasándolo al señor.

Señor: Bien hecho, hay que enseñarles su lugar a estos animales insensatos, vamos

Salimos de la habitación dando una ultima mirada hacia él, seguía llorando, su carita roja, ojos hinchados y rojos también, su lengua sangraba, hinchada, no aguante más y salí sin poder olvidar esa imagen.

Sin Rostro, Sin Nombre, Sin Derechos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora