Siempre contigo

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-Eres un hijo de puta, Malone –escupo las palabras, aunque no es a él a quien estoy odiando en este momento. Tampoco tengo claro que sea Adam el destinatario de ese sentimiento, sino más bien mi padre, como siempre.

Él es quien ha convertido mi vida en una mentira desde el día en que conoció a mi madre. Siempre diciendo lo que ella quería oír, para mantenerla feliz; comprando mi amor con falsa protección de unos enemigos, que no eran sino su otra familia; fingiendo un cariño que no era más que un capricho de hombre poderoso que se cree con derecho a obtener todo lo que quiera, sin pensar en las consecuencias. Y cuando creía haberme librado de él, resulta que sus garras eran más largas de lo que yo pensaba y ni siquiera me había soltado.

-Ese era nuestro padre –la réplica de Malone me devuelve a este despacho en el que mi padre pasaba largas horas, cuando venía a vernos. Ni siquiera el poco tiempo que nos dedicaba, era para nosotras en exclusiva–. Y ahora más te vale pensar como él para encontrar esas dichosas claves o esta historia acabará muy mal.

-¿En serio crees que no sé que nos matarás igualmente? –es mi turno para contradecirle–. Si hago esto, es para que dejes libre a Colin. Él no tiene la culpa de nuestras rencillas familiares. Solo es un enfermero que decidió no dejarme en la carretera para que me muriese. No se merece perder la vida por ser buena persona. Libéralo y te ayudaré a encontrar las claves y firmaré los papeles que quieras. Incluso te dejaré intentar que me mates.

-¿Intentarlo? –parece que mi respuesta le hace gracia.

-No pensarás que me dejaré matar sin oponer resistencia.

-Estás rodeada de hombres armados –alza los brazos como si los quisiese abarcar a todos–. MIS hombres, hermanita. ¿Crees que tienes alguna posibilidad de salir de aquí con vida? ¿O de que lo haga tu enfermero?

-No es nada mío y no merece morir. Si tuvieses algo ahí dentro –señalo su pecho–, lo dejarías marchar. No será un problema para ti, Malone.

-Lo ha sido desde que te salvó la vida.

-Tú lo has vuelto tu problema –grito–. Sabías dónde estaba, ¿por qué no venir a por mí en lugar de llevártelo a él? No me habría podido defender allí. Estaba desarmada y herida.

-Eso no sería tan divertido –sonríe y eso me molesta todavía más – y no habrías colaborado de tan buena gana.

-¿Es eso? –me cruzo de brazos– ¿Y qué pasa si te digo que no te daré lo que quieres hasta que lo liberes?

-¿Quieres jugar a eso? –se acerca peligrosamente a mí, pero no le tengo ningún miedo–. El único que saldrá perjudicado será ese enfermero al que intentas salvar. No te conviene enfadarme.

-No sé dónde estás esas claves –repito por enésima vez. Aunque lo supiese, tampoco se las daría sin negociar antes por la vida de Colin.

-Pues más te vale descubrirlo porque mi paciencia tiene límite y lo estás bordeando ya.

Como si eso fuese una señal, la alarma suena fuera de la casa y varios hombres de mi hermano aparecen en el despacho, con las armas preparadas para escoltarlo y protegerlo del peligro que se acerca.