Siempre contigo

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-Kendall, te quedas con ella –escucho a Adam impartir órdenes–. No dejes que cometa ninguna locura mientras Clive y yo estamos fuera. Regresaremos tan pronto como nos sea posible. Nadie, y repito –dice, mirándome a mí–, nadie se irá al amanecer.

-Pero...

-Charlie –me interrumpe–, ¿eso es lo que has aprendido estos años trabajando para mí? ¿Aparecer cuando más vulnerable eres para que te capturen sin esfuerzo?

-No –arrugo mi frente, disgustada, porque sé que tiene razón y me duele admitirlo–. La noche es nuestra aliada.

-Exacto. Si has de entrar en un sitio sin que te detecten –asiente, conforme–, la noche es tu aliada. Siempre. No lo vayas a olvidar, solo porque te sientas responsable de la vida de ese hombre.

-Si muere por mi culpa...

-Si muere –me interrumpe de nuevo–, no será tu culpa. Te salvó la vida, cierto, y haremos lo imposible por sacarlo de allí de una pieza, pero no será tu culpa si no lo logramos. Tú no le obligaste a nada.

-Pude haberme ido antes.

-Por lo que os has contado, estabas herida y te arriesgabas a que Malone te encontrase débil y sola. Irte no era una opción hasta que te recuperases.

-Tu hermano tiene recursos –ahora es Clive quien habla–. Estoy seguro de que supo desde el primer día que estabas en su casa. Esperaría el momento oportuno para secuestrarlo y obligarte así a salir.

-Estaba gravemente herida. Si lo sabía, pudo simplemente entrar en la casa y rematarme.

-Tal vez sea cierto que necesita que firmes esos papeles –sugiere Kendall.

-Si muero, sería todo suyo –frunzo el ceño al recordar lo de las claves que dice que tengo.

-Tal vez tu... Malone –Clive se retracta a tiempo– dejó algún tipo de cláusula en el testamento que te protege de tu hermanastro.

-Y la persecución que acabó contigo postrada en una cama solo fuese para capturarte y obligarte a firmar una renuncia. Esa que te ha comentado –remata Adam.

-Puede ser. O puede que haya cambiado de opinión sobre lo de matarme porque se enteró de que me necesita para acceder a las cuentas bancarias de su padre.

-¿Qué? –preguntan los tres a la vez.

-Según Malone, yo tengo las claves de acceso a las cuentas.

-¿Las tienes? –pregunta ahora Adam.

-No, que yo sepa –mi ceño se frunce de nuevo, esta vez con una nueva idea en mente–. Siempre puedo ir al banco y...

-De eso nada –Adam parece haberme leído el pensamiento–. Ni se te ocurra, Charlie.

-¿Por qué no? Si cancelo las cuentas, mi medio hermano estará totalmente arruinado. Se acabó el negocio.

-Estarías muerta antes de intentarlo.

-Si no me puede matar ahora, no podrá hacerlo entonces.

-Si le arrebatas a un hombre como él lo que más desea en este mundo –Adam acerca su rostro al mío–, créeme que será capaz de cualquier cosa. No juegues con fuego, Charlie, o te acabarás quemando. Y no creo que quieras eso. Te considero más sensata y con mejor juicio para tomar decisiones.