No te perderé a ti.

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Luego de estar como una eternidad abrazados, sin decir palabra. Me separé de él. Lo miré a los ojos y suspiré. 

Él también suspiró.

-Lo siento mucho...- coloqué mi dedo en su boca para interrumpirlo.

-No tienes que decir nada- dije.

Sonrió. Su sonrisa se veía más hermosa que nunca, su cabello estaba desarreglado y sus ojos brillaban como alta-mar. 

-Sabes... anoche Lily dijo su primera palabra- dije sentándome al lado de la lápida de Chris.

Una sonrisa de media luna se dibujó en su rostro y sus ojos se animaron.

-¿En serio, y qué dijo?- preguntó entusiasmado.

Miré al suelo y sonreí para luego mirarlo a la cara y contarle.

-Dijo papá...

Su expresión cambió, estaba sorprendido. 

-¿Es en serio?- asentí. 

Colocó sus manos en su nuca y sonrió como nunca antes, estaba feliz, se le notaba, no podía estar fingiendo. Algo así no se puede fingir.

Sonreímos los dos, yo me levanté y nos volvimos a abrazar. 

-Te amo...

-¿Qué dijiste?- preguntó él.

-Te amo, y ya no lo puedo resistir más... mi maldito orgullo nos ha llevado a donde estamos, podríamos estar felices, juntos, pero no...

Sin darme cuenta calló mis palabras con un beso, un beso tierno y a la vez apasionado. Como extrañaba sus besos, el sabor de sus labios, sus manos tocando mi rostro; como si fuera una muñeca de porcelana que se puede quebrar en cualquier momento.

-Yo también...- dijo.

-¿Tú también qué?- pregunté.

-Te amo, Marie Miller, te amo...- volvió a besarme.

Me tomó por la parte trasera de los muslos y llevó mis piernas al rededor de sus caderas, me sostenía por los glúteos y empezó a caminar, yo soy una enana en frente de él. Lo sé.

-Esto es divertido- dije.

-Lo sé...- rió.

De repente se detuvo y dejó mis piernas caer al suelo, mientras nuestros labios se separaban y yo volvía a ser 18 cm más bajita que él. 

Me di vuelta y allí estaba, el mustang. Su hermoso mustang. 

Me abrió la puerta, como todo un príncipe y entré en él. Olía como siempre. 

Vi como dio la vuelta al rededor del auto para llegar a la puerta del copiloto. Abrió la puerta y subió.

Me miró, sonrió y me besó en la mejilla.

-¿Ya te dije que adoro tu auto?

-No...- respondió.

-Pues, lo adoro...

Rió. 

El camino a casa se hizo muy corto. 

-Ya se puede bajar princesa- dijo abriéndome la puerta del auto.

Reí.

Me bajé, y noté que el vigilante no estaba. Que raro, caminé y llegamos a la recepción. En ella me encontré con el casero.

-Señor William, ¿y Pedro?- dije.

-Renunció.

Abrí mis ojos como platos.

"My Boss and I"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora