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La rabia que sentía por aquel trato que me dio Criseli no tenía ningún tipo de comparación.

Me sentía ofendido y realmente quería mandarla a la mierda por todo lo que me dijo. Era incapaz de gritar y solo me quedó escuchar música rock metal a todo volumen una vez llegado a mi casa.

Me acompañó Metallica, Antrax, Iron Maiden, Helloween, Marilyn Manson, Korn, entre otros a mitigar el dolor que tenía. La rabia se iba apaciguando de a pocos pero sentí que no era suficiente por lo que agarré la tarjeta de crédito y fui de compras.

Primero fui a la librería Crisol a comprar libros que no iba a leer sino que los tenía de adorno por ser de literatura clásica. Uno de los títulos que adquirí fue Moby Dick, Los miserables, Otelo, El conde de Montecristo y La guerra y la paz. Luego fui a Ripley y compré ropa a montones como polos, suéteres, una casaca y un par de zapatillas rojas.

No necesitaba eso, pero me daba la tranquiĺidad que había perdido en mi cita con Criseli. Es decir, ¿el beso no era nada para ella? ¿solo quería un paño de lágrimas con el cual pueda usar y botar? ¡No! ¡Yo no iba a permitir eso!

Pero ahí estaba yendo ahí en la cúster mirando la calle escuchando Nothing else matters de Metallica mientras las lágrimas rabiosas querían bajar a fregar mi existencia. Sí, estaba triste. Ahora sí que lo estaba. Saber que podía estar con ella, con Criseli, me emocionaba más de lo que yo podía aguantar. No iba a aceptar la puta realidad.

Llegué a casa y las bolsas de ropa nueva las dejé tiradas en el sofá mientras que la de los libros lo llevé a mi librero para acomodarlos y ver cómo iba creciendo poco a poco todas esas joyas de la literatura.

Me eché en mi cama y puse mi almohada en la cara para evitar contacto con la luz y, sin más, me quedé dormido a la vez que Marilyn Manson cantaba Beautiful people.

A la mañana siguiente, me levanté tarde para ir a la universidad. Eran cerca de las ocho y la primera clase era a las siete. Ya estaba mal en Tecnología educativa y ahora iba a ser peor. El profesor Régulo Lozano me traía entre ceja y ceja por algún extraño motivo que yo desconocía.

Sentí un escalofrío con tan solo recordar al tipo ese. Era delgado y de estatura promedio. Su piel era cobriza y tenía una frente amplia. Él tenía fama de ser sucio y desaseado. A veces llegaba a clases despeinado y con traza de no haberse bañado en días; no semanas. Era demasiado estricto y sin alguna pizca de compasión. Ningún ciclo lo quería pero era el único que podía enseñar la materia de Tecnología Educativa en la facultad de educación por lo cual deberías pasar por su aula si querías graduarte.

Ya mejor quedé en llegar a la siguiente clase que era al mediodía. No quedaba otra. Ya hablaría con Régulo para ver si podía arreglar en algo la falta de aquel día.

Tras tomar una quinua y su riquisimo pan con torreja, entré a la facultad para poder ver si podía conversar con mi profesor. Para mi suerte lo encontré con alumnas de otras especialidades.

-Profesor- dije tímidamente.

-Salazar-respondió con un toque de burla-. Ya jalaste el curso conmigo.

Su voz ya no era burlona sino de humillación. Se aprovechaba porque estaba rodeado de chicas que me miraban con aire de superioridad.

-Si dice eso es porque aún no me ha visto rendir en sus clases al cien por ciento.

-Entonces, ¿en qué porcentaje estás?- me miro con aires de suficiencia.

-Más de lo que da usted en clases "profesor".

Dí énfasis en la última palabra para que recordara todas las veces que nos dejaba plantados para cubrir el asesoramiento de tesis que le pedían muchas alumnas.

Dicho esto le volví la espalda enérgicamente. Alcancé a escuchar a una chica que decía "pero qué insolente". Yq no iba a discutir por nimiedades. Era mejor dejarlo así y dar todo por aprobar el curso para que el imbécil ese no me jalara sino sería alumno eterno en la universidad y en la facultad.

Ya había perdido un año por un accidente de tránsito en la cual tuvieron que ponerme placas de titanio en el brazo izquierdo y parte de la pierna derecha por lo cual a veces creía que era Wolverine de los X-Men y que mi armadura de adamatium me iba a proteger contra ese cochino profesor.

Por la tarde me reuní con Joaquín para que me diga qué explicó en su clase el profesor Lozano y pueda prestarme sus apuntes. En buena hora mi amigo era una máquina de copiar y sus notas eran altamente confiables. Con él no había pierde.

-Y a todo esto ¿por qué llegaste tarde?

Porque me estaba follando a tu hermana, me dije.

-No pude dormir toda la noche, bro, por lo que recién pude pegar los ojos como a las tres, más o menos.

-Ya no faltes, huevón, ese Régulo te va a jalar así que ándate con cuidado y más con lo que le has dicho hoy.

Lo miré cuidadosamente. No oía lo que me decía. ¿Era posible que aquel singular personaje tuviera una hermana tan bonita y dulce?

Ya, cuñado. Tranquilo y anda a traerme a tu hermana. Quiero que me haga una potente paja rusa.

-Tranquilo, Joaquín. Gracias por la preocupación.

La tarde fue de lo más tranquila. No hubo mayores movimientos solo con nuestro asesor de tesis que empezó a decirnos que el marco teórico no estaba muy bien hecho. Que le faltaba algo para poder aprobarlo.

Demonios.

Dos semanas para poder hacerlo ¿y nos sale con eso? No era para nada justo.

No nos quedaba otras si queríamos recibirnos ese mismo año y proceder a tener ya el título bajo el brazo. 

Luego de la universidad, debía ir a trabajar, por eso todos mis cursos los llevaba en la mañana. La vida en el país es una mierda y si no estudias y trabajas no sales adelante para nada. Todo el mundo te va a joder y te a querer meter una patada en las cuatro letras porque no les sirves y eres totalmente reemplazable. Eso de que las empresas te dicen que son una familia es cierto. Siempre vas a encontrar a la tía chismosa, el primo gay, el tío alcohólico y el que te ofrece hierba a buen precio. No falta la tía que te trata cariñosamente y el padre autoritario que normalmente vienen a ser los jefes de cada área.

Lo ven. Todo es una familia. Muy disfuncional pero es una familia.

Llegar a las once de la noche del trabajo no era novedad para mí. Ya estaba acostumbrado a ser medio "lechucero"; o sea un animal nocturno. Al salir del trabajo podía ver cazadores tras unas presas muy traviesas y otras con publicidad engañosa. A simple vista parece algo, pero cuando vas más allá te das cuenta que no es lo que parece.

Ya en casa, al momento que calentaba agua para prepararme una taza de café, escuché que sonaba el timbre del celular, el que me avisaba la recepción de un mensaje de texto. Al ver quién lo enviaba me sorprendió.

Era Criseli.

El mensaje rezaba lo siguiente:

"Will, lamento lo de ayer. Si puedes, nos vemos este sábado para poder conversar sobre lo que pasó. Te cuidas. Un beso".

¿Ahora qué quería? ¿Tenía ganas de volver a verla? ¡De hecho!

"De acuerdo-respondí casi de inmediato el SMS-. Coordinamos la hora. Por favor sé puntual".

Había esperanzas. 

Sí, eso es lo que yo creía.

CriseliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora