A Criseli ahora se le antojaba que le prestara dinero. Pues si lo quería, tenía que venir a verme sí o sí. No pensaba ir hasta Los Olivos a dejarle el dinero a esperar su paciencia para ser atendido. Esta vez yo tenía la sartén por el mango por lo cual ella se debía ajustar a mis reglas.
Aquel día salí más temprano de lo común para poder esperarla porque realmente ella iba a demorar la niña "que no conoce el centro de Lima". No podía creer que existiera persona alguna, limeño alguno que no supiera llegar a la Plaza Mayor. Pero bueno, de todo hay en la viña de Nuestro Señor.
El sol brillaba con todo su esplendor haciendo que sudara con unos cuantos pasos que dí en la acera caliente. El cielo despejado ya daba intenciones de que el verano sería muy caluroso por lo que la temporada de cosas heladas y ropa ligera había llegado.
Llamé a Criseli y me contestó que ya estaba en camino, que cuando estuviera por la avenida Tacna me iba a llamar.
De acuerdo. Solo quedaba esperarla.
Me senté en una banca de la Plaza San Martín a esperar a que me llamara. La banca quemaba y el sol ya estaba en lo más alto de todo. La plaza se estaba llenando de turistas que aprovechaban a tomarse algunas fotos, de comunistas que lanzaban una y otra vez sus arengas en contra del capitalismo y de gente de dudosa reputación. Algún que otro parroquiano que captaba a una de esas polillas que regalan cariño y placer por unos cuantos billetes.
Yo miraba constantemente mi celular para no hacer esperar a Criseli y poder guiarla hasta donde estaba yo.
Nada.
Ninguna llamada por parte de ella.
Ningún mensaje.
¿Se habría arrepentido?
Su impuntualidad y su falta de comunicación me desesperaba. Realmente ella me impacientaba
Y aún así estaba enamorado de ella.
Pero no iba a estar con nadie. Al menos no con alguien que fuera "amigo de su hermano".
Media hora más tarde desde que había llegado a Plaza San Martín, el celular sonó. Casi al instante, respondí.
-Criseli, dime.
-Will, ya estoy en Tacna. ¿Dónde debo bajarme?
Esta chiquita sí que no ponía atención a lo que le decía.
-Dile al cobrador que vas a bajar en Sodimac. Ahí vas a ver la tienda grandota con su letrero también grandote para que puedas distinguir.
-Ya, ya bajo en un rato.
-Te espero. De ahí cruzas la pista y vas por la calle que estás frente a ti. Esa es el jirón Colmena. Caminas sin detenerte
-Está bien. Cualquier cosa yo te llamo.
Colgó.
A seguir esperando.
Lo bueno es que ya estaba encaminada.
Mi pequeñita ya la tendría en mis brazos muy pronto. Solo debía ser paciente.
A los cinco minutos, volvió a llamarme.
-Will, estoy caminando pero no es Colmena, dice Puno.
-Espera-dije perdiendo la paciencia-, te dije que cruzaras la avenids y ahí está Colmena ¡no puedes perderte!
-Voy a preguntar dónde está Colmena y así llegar.
-Llámame para cualquier cosa.
Nuevamente colgó.
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Criseli
Horror¿Hasta dónde llega el límite entre el amor y la obsesión mezclada con decepción?