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Tomé con calma el SMS de Criseli. Quería volver a verme y solucionar las cosas.

Ahora solo quedaba esperar la hora respectiva para poder vernos. Podía ser a las cinco de la tarde. Creo que le llevaría un regalo. Algo simple pero que sea significativo. Algo con lo que pueda ella saber que la quiero mucho y que también seré su mejor amigo.

Pero qué diablos le puede gustar.

Busqué por Facebook diferentes opciones de cadenas, pulseras y aretes.

No, nada me convencía.

Hasta que encontré algo que realmente le podía interesar. Dado que a ella y a mí nos gustaba Harry Potter, decidí regalarle una cadena y dije de Las Reliquias de la Muerte. Eso le hará saber que la amo con toda el alma. 

La chica que la vendía me dijo que estaba a un precio módico de veinte nuevos soles y si le compraba 2 me los dejaba en treinta y cinco. Una ganga. Era plateado y que no se oscurecía con el paso del tiempo. Lo podía usar muchas veces sin que se ponga verdoso.

Acordé con la vendedora verla el viernes en Real Plaza del Centro Cívico para la entrega y el pago.

Solo quedaba esperar la cita con Criseli.

La semana empezó muy atareada y el imbécil del profesor Régulo me mandó a hacer trabajos que ni a los demás le había asignado. Según él, era lo que hasta ahora no le había presentado. Me tragué mi bronca y comencé a investigar para poder realizarle sus dichosos trabajos y me dejara en paz.

Tenía quince días para presentarlo y sustentarlo a solas para que no me desapruebe del curso. Ya conocía sus artimañas del hijo de perra ese. Te haría las preguntas más rebuscadas y si tardabas más de cinco segundos en responderle, te decía en tono sacástico: ¿en serio lo has hecho tú? o también: ¿comprendiste lo que expusiste? Esas cosas a uno lo exasperaban. Peor que eso eran los márgenes que quería para sus trabajos: cinco centímetros del lado izquierdo, dos del lado derecho, tres de arriba y dos de abajo. Todo compaginado correctamente porque el muy mierda usaba una regla de madera que otrora debió ser mejor ya que ahora se encontraba destartalada y, mientras exponías, iba revisando los márgenes en cada hoja para ver si cumplían los requisitos estrictamente pedidos para lo que te había pedido.

También te desconcentraba en plena exposición. Si algo, a su parecer, no era lo que según él estaba mal, te interrumpía y decía a viva voz: "lo que dices está mal" o simplemente soltaba una risita burlona así como el Chavo del Ocho cuando se vacilaba de las bestialidades dialécticas de don Ramón. Así perdías toda paciencia y ay de ti si le decías que si quería corregir lo expuesto, te daba un catorce y eso si es que a él le parecía justo porque más de dieciséis no te colocaba porque siempre encontraba algún error mínimo del cual colgarse para bajar la nota

Otras de sus obstinados requerimientos era que al exponer debías ir en traje con saco y corbata. El traje debía ser azul noche con corbata del mismo color. Camisa blanca pulcra y los zapatos debían brillar de tal manera que debía reflejarse en ellos. Si no cumplías eso, ya tenías un punto menos en exposición.

Dado todo esto, el encuentro con Criseli me hacía sobrellevar al profesor Régulo y todas sus malditas reglas.

Le mandé un mensaje diciéndole que nos viéramos en Plaza San Miguel a las cuatro de la tarde para poder aclarar las cosas; pasaron aproximadamente diez minutos con un seco Ok. 

A veces ya me desanimaba todo eso. No sé si era idiota al querer verla nuevamente o decirle que ya no quería nada más.

Realmente estaba enamorado de ella. Criseli se había vuelto una parte significativa dentro de mí. Alguien con quien compartir el resto de mi desastroza vida. No quería a nadie más por lo que su sola presencia me daba ganas de seguir intentando tener una relación con esa muchacha.

No sé si estaba bien o si seguramente me estaba haciendo muchas ilusiones con Criseli. No, ella me quería, me amaba. Nos habíamos besado y eso ya era un gran paso para tener una relación.

Le compondría una canción. O mejor le dedicaría una canció como Creed de Radiohead. Era una rola aceptable y que solo se dedica una vez a una sola mujer.

El día de nuestra cita, llevaba su regalo en el bolsillo de mi casaca. Esperaba que fuera una tarde tranquila y sin nada novedoso.

Llegué a Plaza San Miguel bordeando las cuatro. Me senté en la pileta que no  funcionaba para poder esperarla.

La hora pactada llegó y ella ni sus rastros. La llamé y no respondía. Volví a insistir y de nuevo no respondía. A la tercera me mandó a la casilla de voz. Otra vez comencé a desesperarme. Esperé cinco, diez, quince y hasta veinte minutos y no llegaba. No respondía a las llamadas y mucho menos a mis mensajes de texto.

Esto ya no me gustaba. Me estaba dando semejante desplante y yo lo permitía. Era un verdadero imbécil.

Ya estaba yéndome cuando, de pronto, mi celular comenzó a sonar. Vi y era ella.
Respondí a la tercera timbrada.

-Hola, Criseli-un dejo de molestia le sucedió.

-Discúlpame- se excusó con su voz de pito- pero no voy a poder ir. Es que estoy en casa de mi mamá y hasta ahora no me desocupo.

-Eso debiste decírmelo antes de salir y no hacerme perder el tiempo.

Ya estaba molesto verdaderamente con ella.

-Sí, me olvidé de llamarte, por eso...

-Nada de que lo olvidaste. Tú misma escogiste el día y yo la hora. No me vengas com tus tontas excusas. Es mejor ya no volver a verte porque no te interesa nada.

Colgué luego de decirle eso.

En verdad estaba muy molesto. La rabia envenenaba mi mente y estaba realmente enfirecido. Criseli volvió a decepcionarme y yo lo permití.

Ella me quería y yo igual. Pero no podíamos vernos.

No.

Me tenía comonun perro bailando ante ella. Comía de su mano y no me daba cuenta.

Y eso lo permitía.

Nuevamente.

- William-dijo ya fastidiada-, si quieres puedes esperarme. A las cinco llego.

-No, no te molestes. No es necesario. Sigue con tus cosas y si algún día lo deseas podemos vernos.

Ya sin nada más que decirnos, Criseli colgó la llamada.

Ella y yo discutimos por una estupidez. Pero debía permanecer firme en lo que decía y hacía. Criseli no me iba a doblegar.

CriseliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora