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Ya había terminado de corregir los análisis. Como era de esperarse esos delincuentes desaprobaron y estaba más que satisfecho. Mi venganza estaba viento en popa por lo cual aquellos delincuentes iban a desaprobar el trimestre conmigo sí o sí. No iba a permitir que se salieran con la suya y que no recibieran un castigo adecuado.

Por la tarde, cuando ya había terminado de repartir las clases, fui a comprar un buen vino para poder tomar con Criseli. Hoy tenía la oportunidad de que ella pagara las afrentas que me había hecho por lo cual el pago de su préstamo sería muy bien compensado y con intereses de por medio. Porque Criseli es mía y de nadie más. No va a haber otro como ya la puedo hacer feliz. Ella era la chica que yo realmente esperaba por mucho tiempo y por fin la había encontrado. Esos besos que nos dimos no eran nada comparado a lo que le tenía preparado a las siete hora en que iba a llegar para poder darle el dinero. Le devolví el mensaje indicándole que tocara el timbre 302 para poder abrirle la puerta.

Llegué cerca de las seis de la tarde a casa con las compras realizadas. Puse el vino a helar en una cubeta con hielo. Puse las copas sobre la mesa y fui a bañarme. El solo hecho de que Criseli llegara me provocaba una erección casi infinita. Ni el agua me quitaba la excitación que ella me provocaba. No había y no existía mujer que no amara más que a Criseli.

El agua recorría mi cuerpo quemándome constantemente a pesar que estaba fría. Todo mi cuerpo estaba con esa fiebre de amor que solo mi amada provocaba. Era ahora o nunca.

Luego de bañarme, me cambié de ropa más sport de lo que realmente uso. Vi mi celular y un mensaje instantáneo de Crislei donde me indicaba que ya esta llegando.

Bien.

La ansiedad ya me carcomía y deseaba tenerla por lo cual no cabía en mí tanta libido porque el tiempo se me hacía eterno. Parecía que los minutos no querían avanzar por nada del mundo. Sentía los oídos tapados y luego un pequeño pitido. Mis manos comenzaron a humedecerse, algo que nunca me había ocurrido. Jamás. Ni en mis pesadillas ni en las apariciones que presenciaba de niño. No, algo me pasaba y no solo era por las ganas de sexo ¿o sí?

La realidad se me había esfumado y me sentía extraño. Ya no percibía sonido alguno. Estaba muy absorto en mis pensamientos intranquilos. Fue como si ya no exisitiera nada ni nadie a mi alrededor. No había nadie en el mundo. El ruido desapareció totalmente en mi departamento, en la calle y en el mundo.

La realidad cayó sobre mí abrúptamente cuando oí el timbre y el intercomunicador. Vi la hora en reloj y marcaba las siete y quince minutos. ¿Cuánto tiempo duró ese trance?

-Will, abre-dijo la pequeña voz de mi Pequeñita.

-Listo-contesté presionando el botón de la puerta eléctrica del edificio.

Abrí la puerta del departamento y allí estaba Criseli, que vestía sus sandalias tipo egipcias, con unos shorts rojos y una camiseta amarilla. Su cabello ondulado bailaba graciosamente para mí. Luego de varios meses nuevamente estábamos juntos.

Al verme dibujo una sonrisa. Esa sonrisa que le bacía hoyuelos en sus mejillas. Se veía que había subido de peso ligeramente. Ya no estaba tan delgada como la primera vez que la vi. Y de eso ya casi cinco años atrás en aquel concierto de Green Day.

-Hola-saludé besándole la mejilla.

-Hola, Will- respondió abrazándome.

Entramos y le pedí que se sentara en el mueble. Ella asintió y dejó su bolso a un lado mientras me sentaba a su lado.

El corazón me latía muy rápido.

-¿Quieres algo de tomar? Compré un vino muy bueno para los dos.

CriseliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora