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Desde la última vez que Criseli me llamó, pasó una semana. Yo prácticamente quería olvidarla luego de presentarme a su maldito novio. Ya salía a trabajar porque se me hacía tarde para ir a trabajar. Esos cinco minutitos eran demasiados peligrosos. Tenía ya un retraso de diez minutos por lo cual cogí las llaves cuando me fijé nuevamente en la hora de modo más masoquista. El ver que andaba apurado hizo que mi adrenalina fluyera para apresurarme y no recibir sanción por parte del colegio en donde enseñaba. No le iba a dar el placer a los chicos de quinto de no darles el examen que teníamos de comprensión lectora. Aquella vez estaba susplantando a la profesora García por licencia de maternidad, por lo cual, según su sílabo, debíamos analizar La Divina Comedia y les tenía un pequeño variño.

Tras cerrarse la puerta, mi celular sonó y un número antiguo que ya había perdido casi todo contacto apareció. Criseli estaba llamándome. No sabía si responder. O mejor no. La difícil disyuntiva se resolvió de manera casi inmediata.

-Hola-dije un tanto seco.

-Will-su voz denotaba un dejo de desesperación-. ¿Puedes venir a verme?

-¿Qué pasó?-pregunté un tanto asustado.

-Nada malo-respondió con su acostumbrada voz de niña-. Es que necesito pagar mi cuarto y no tengo ni medio.

-O sea, ¿me llamas para pedirme dinero? -me indigné-. No tengo noticias tuyas en meses ¿y quieres que te preste plata?

-Disculpa, Will-dijo ya llorando-, es que nadie me ayuda. Mi hermano no quiere prestarme porque me salí de mi casa. Y lo peor es que no tengo trabajo.

Eso era nuevo para mí.

-Esas cosas no me incumben pero ¿cuánto quieres?

-Necesito cuatrocientos soles.

Tenía esa cantidad pero no quería dárselo.

-Criseli, voy al cajero a sacarlo y nos vemos en mi casa. Sin embargo, si no trabajas, ¿cómo me vas a pagar?

Hubo un momento de silencio. Sí, molesto, porque ella sabía a qué me refería.

-Te lo tendré que pagar en especie-respondió finalmente con un toque de resignación.

-Ven a mi casa a las siete de la noche para poder darte el dinero. Te paso por WhatsApp mi ubicación para que puedas llegar

-Pero...

Pero nada-le corté- si quieres el dinero me vienes a ver, sino búscate otro proveedor.

No le di tiempo para que respondiera, por lo que colgué la llamada.

Criseli se metía solita a la boca del lobo.

Y el lobo estaba hambriento.

Cuando ya estaba en la cúster de camino al trabajo-¡faltaban apenas quince minutos!-, recibí un mensaje instantáneo de parte de Crislei la cual aceptaba ir a mi casa para que le pudiera prestar el dinero.

Ya se me hacía agua la boca de solo imaginármela desnuda. Al fin la tenía en la palma de mi mano. Hoy se cenaba cordero porque el lobo así lo había decidido.

Llegué al colegio con cinco minutos de anticipación. La directora ya estaba en la puerta apurando a los alumnos y yo me sentí así porque a veces corría para que no me dejaran fuera como me pasó en mis épocas estudiantiles.

Hubo una formación rápida, algunas palabras de la directora y todos a las aulas. Mi primera clase era Comunicación V. Al entrar al aula, los veintitrés muchachos me miraron venenosamente. Sabía que a ninguno le caía por ser muy estricto con ellos. Claro que en el colegio era un nerd y que pocas veces hacía chacota en el salón, pero no iba a dárselo a saber.

CriseliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora