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2. Durmiente
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Un tono, dos tonos...
—Vamos, cójalo.
Tres tonos, cuatro tonos...
—¡Cójalo, maldita sea!
Cinco tonos y cuando estaba a punto de colgar...
—Dígame, aquí el doctor Watson —respondió una voz algo cascada al otro lado del aparato—. Siento la tardanza, me pilla saliendo de la ducha, mire...
—¡Doctor Watson! —Me salió un chillido en primer lugar, pero intenté calmarme. Sujeté el móvil con ambas manos y me detuve a coger un poco de aire—. Buenas noches, doctor Watson. Soy Benjamín Doyle, no sé si acuerda de mí.
—¡Benji Doyle! ¡Cuánto tiempo! Ya debes estar hecho todo un hombre —me respondió, animado—. Pero te puedo seguir llamando Benji, ¿verdad?
—Oiga, doctor, necesito su ayuda —Miré a Nora por encima del hombro pero no se había movido ni dado muestras de que me oyera. Aun así me aparté un poco más, apoyando una mano en el marco de la puerta—. Nora está muy enferma. No para de subirle la fiebre y yo ya no sé qué hacer.
—Tranquilo Benji, lo peor en estos casos es perder los nervios —Aprecié un ligero cambio en su voz, se había vuelto seria y decidida, cosa que me tranquilizó un poco—. A ver, ¿cuánto tenía la última vez que le tomaste la temperatura?
—38'9. Es mucho, ¿verdad? Apenas puede moverse, está roja como un tomate y ha empezado a delirar.
Me escuchó en silencio, imaginé que concretando un diagnóstico o tal vez buscando las palabras con que tranquilizarme, pero lo único que dijo al final fue:
—Vaya, qué contrariedad.
Parpadeé. La descarga de palabras y el miedo que abandonaron mi cuerpo al hablar, habían hecho que me inclinara sobre el marco. Mi frente reposaba sobre la mano que tenía en la madera, pero me erguí de golpe.
—¿Eso es todo?
—¿Y vuestros padres?
Separé los labios, indeciso, sintiendo una punzada en el estómago. ¿Qué significaba eso? ¿Tenía que corroborar la información que le había dado? ¿No me creía? Quizás pensaba que era un crío paranoico y prefería hablar con un adulto.
—No están —respondí, hincando las uñas en el marco—. Les salió un viaje imprevisto.
—¿Les has llamado?
—¡Pues claro! —exclamé y oí que Nora gruñía a mi espalda, como si la hubiese asustado—. Están en un barco a cientos de kilómetros, no he podido contactar con ellos.
—Vaya, qué fatalidad...
¿A qué venía todo eso? ¿Por qué parecía tan tranquilo después de lo que le había dicho sobre Nora?
—Benji.
—¡¿Qué ocurre?!
—Tú sabes que fui vuestro pediatra hace ya un tiempo, ¿verdad? —Me preguntó con la misma calma—. Tu hermana debe tener ya unos quince años, al menos.
¿Me lo estaba diciendo en serio?
—¡Nora es prácticamente una niña todavía! —repliqué, atónito y sin poder controlar mi tono de voz—. ¡¿Qué le pasa?! ¡Se supone que los médicos ayudan a todo el mundo que los necesite!
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El Despertar del Amor
Romance"El día más aterrador de mi vida estaba con mi hermana pequeña, solos en nuestra casa. Yo tenía dieciséis años y muy poca idea sobre cualquier cosa. Ella tenía quince y estaba muy enferma" . Así comienza el relato que Ben, un chico de 16 años, hace...