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5. Esencia de Canela
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Por un momento, lo único que oí fue el tenue, aunque constante goteo. El agua que resbalaba en finas tiras por el delgado brazo de Nora, desde su hombro hasta su fina muñeca para precipitarse de vuelta a la bañera.
Levanté la cara de su hombro y la miré. Aún pálida, con los ojos semicerrados, pero puestos en mí, vivos y curiosos. Fui testigo de cómo un leve rubor se encendía sobre su nariz y viajaba hasta sus pómulos, formando una franja colorada y adorable.
Me quedé sin palabras, aun sabiendo que ella esperaba una explicación, simplemente no supe que decir. La mano que había posado en mi pelo se deslizó ágilmente hasta mi cara y se posó allí, con la suavidad de una mariposa.
—¿Ha pasado algo horrible? —me preguntó, intranquila—. Tienes cara de que ha pasado algo.
—No... —murmuré, por decir algo. Aparté la mirada, nervioso y cogí aire. También me alejé de la bañera y del tacto de su mano—. Es que tenías tanto calor... que me pediste que te trajera a darte un baño, ¿no lo recuerdas?
—¿Yo, calor? Pero si me estaba muriendo de frío —me respondió, con cada vez más energía. Se balanceó en el agua, mirándose a sí misma y tocándose el pelo, hizo una mueca de disgusto—. ¿Te pedí bañarme con el camisón puesto? No lo creo. ¡Se me va a estropear!
Forcé una sonrisilla de disculpa y me rasqué la cabeza.
—Lo que importa es que te ha bajado la fiebre, ¿no? —pregunté— Pareces estar mucho mejor.
—Bueno... —rezongó, todavía mirando la tela de su camisón, empapada y echa un trapo. Sacó las manos y se cogió al borde de la bañera, torciendo el cuerpo hacia mí—. ¿Puedo salir ya de aquí?
—¡Quédate un poco más, para asegurarnos de que la fiebre te baja del todo!
—¡Tengo frío, Ben! —se quejó. El agua debía haberse quedado fría. Me miró y extendió un brazo hacia mí. Su mano volvió a posarse en mi cara y yo me quedé paralizado, me rozó la piel bajó los ojos y frunció el ceño—. ¿Has... llorado?
¿Llorado? No... yo no había llorado, al menos que recordara. Aunque sí que había sentido ganas de hacerlo y había estado tan nervioso que tal vez... había hecho más de una cosa sin darme cuenta. Sentí un retorcijón y una vez más, me aparté.
—Está bien, sal —le indiqué, girándome de forma atropellada—. Te pasaré una toalla.
La primera que cogí se me resbaló y cayó sobre uno de los números charquitos de agua del suelo. Mis dedos temblaban por la tensión y aunque ya no había vapor en el cuarto, yo lo sentía pegado a mi piel, e incluso a los ojos, teniendo que pestañear todo el tiempo.
De pronto, escuché una cascada a mi espalda y me volví de forma automática.
—No... —empecé a decir su nombre, pero la voz se me cortó porque mi corazón dio un nuevo vuelco. Nora se había levantado, de pie sobre la bañera, con el camisón empapado y pegado a su cuerpo, transparente y dejando ver todo lo que había debajo. El agua le caía, brillante, en hilillos por los brazos y las piernas, trazando rutas que mis ojos siguieron antes de que volviera en mí y apartara la mirada—. ¡¿Qué haces?!
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El Despertar del Amor
Romance"El día más aterrador de mi vida estaba con mi hermana pequeña, solos en nuestra casa. Yo tenía dieciséis años y muy poca idea sobre cualquier cosa. Ella tenía quince y estaba muy enferma" . Así comienza el relato que Ben, un chico de 16 años, hace...