-De un Modo Especial-

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14. De un modo especial

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—Ey Ben, estaba pensando que podríamos comernos el bizcocho para cenar —Su voz se deshizo cuando, supongo, me vio allí sentado. Entonces oí sus pasos venir hacía mí y su peso se hundió en el sofá a mi lado; su mano se posó en mi hombro pero no levanté la cara—. ¿Qué te ocurre? ¿El doctor Watson te ha dicho algo... malo? A mí me ha dicho que ya estoy recuperada.

Aparté las manos de mi cara y me erguí todo lo que pude, dada la situación.

—Tranquila, a mí me ha dicho lo mismo.

—¿Y qué te pasa? —Su mano se deslizó desde mi hombro hacía abajo, buscó mi mano y la estrechó con suavidad.

Es el momento me dije. No podíamos seguir así, lo que estaba pasando entre nosotros era algo demasiado serio como para simplemente fingir que todo seguía como siempre. Debíamos hablar, aclararlo, tomar decisiones... aunque no quisiéramos.

Me volví hacia ella mirándola con seriedad.

—Creo que tenemos que hablar de algo —le dije. Pero Nora sonrió, se estiró para apoyarse en el respaldo y subió las piernas al sofá en una postura relajada y despreocupada.

—¿De qué?

—Pues de... —Fruncí el ceño. Vaya, ¿cómo debía llamarlo? ¿Y cómo se suponía que debía empezar esa conversación? Resoplé y me aclaré la garganta—. Ahm... a ver, nosotros no... tú... y yo...

—Tranquilo —me cortó después de tan patéticos intentos—, no pasa nada. Ya sé lo que me quieres decir —Volvió a estirarse hacía mí y me pasó los brazos por la espalda y el pecho, apretándome con suavidad. Sentí su barbilla en mi hombro y adiviné su sonrisa calmada sin necesidad de verla—. No tienes que angustiarte, Ben —me susurró y acercando su boca a mi oído, añadió—. Nadie tiene por qué saberlo.

El corazón me dio un vuelco. ¡Por supuesto que nadie debía saberlo! Pero eso no me aclaraba nada. Era como si nos diera miedo decirlo en voz alta y, ¿acaso era eso peor que lo que ya habíamos hecho? Me puse nervioso y me aparté de ella con más brusquedad de la que hubiese querido.

—¿Saber el qué, Nora? —le pregunté—. ¿Qué es esto? ¿Qué estamos haciendo?

Ella me observó en silencio, pero sin perder esa serenidad que había tenido desde el principio. Solo desvió la mirada un segundo y regresó a mí como un rayo, me empujó contra el respaldo del sofá y de un saltito se sentó a horcajadas sobre mí.

—¡Nora no...! —Me echó los brazos al cuello y me besó. Lo hizo para que me callara, no debió gustarle lo que le estaba diciendo o tal vez aún no se le había ocurrido una buena respuesta.

Sabía que debía ser firme y pararla, pero de nuevo fui incapaz. Mis manos no me respondían y la dejé hacer lo que quisiera conmigo. Cuando por fin se echó hacia atrás unos milímetros, Nora sonreía de nuevo y tenía las mejillas encendidas.

—Te amo, Ben.

Parpadeé sobrecogido, aún trastornado por su beso y casi sin respiración.

—¿Qué? —murmuré y ella asintió con la cabeza—. Pero... ¿lo que estás diciendo es que me...? ¿Estás segura? Eso no... es normal.

El Despertar del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora