-Hermana Pequeña-

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11. Hermana Pequeña

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La comida que Nora me preparó aquel día fue lo más delicioso que jamás había probado en toda mi vida. Sabía que no era perfecto; pero mientras me lo comía no dejaba de imaginarme a la holgazana de mi hermanita esforzándose por preparármelo (ella, que jamás se esforzaba en nada). Cada bocado que degustaba me hacía sentir inmensamente honrado y si estaba demasiado salado o un poco más crudo de lo esperable, me dio igual. Apenas lo noté. Me lo comí todo y me pareció la comida más rica del mundo.

Quedé tremendamente satisfecho y feliz... por unos minutos. Porque después empecé a pensar en todo lo que estaba pasando.

De la noche a la mañana, Nora se había transformado en la clase de hermana pequeña que yo siempre esperé que fuera; amable, cariñosa, alguien que parecía reconocer lo que yo hacía por ella y trataba de actuar igual conmigo. Yo creía que así debían ser las cosas entre hermanos, pero... empezaba a intuir que los sentimientos que habían motivado aquel cambio no eran, precisamente, de tipo fraternal.

Me odiaba a mí mismo tan solo por pensarlo, pero cada vez me parecía más claro que si Nora se comportaba así de repente no era porque aspirara a ser mejor hermana, sino porque ella entendía que esas acciones eran, quizás, más típicas de una... novia. No pude evitar sentir escalofríos al pensarlo. Porque aun con todo lo que había pasado (y no era poco) la posibilidad de que fuera mi novia me seguía pareciendo una locura.

Algo irreal.

¡Era mi hermana pequeña!

Quería creer que me precipitaba y que era absurdo pensar que ella pudiera sentir algo así por mí. Que todo era obra de mi mente aturullada por esos sentimientos y por mi propia ofuscación, que estaba imaginándoselo todo. Puede que el problema no fuera Nora y lo que hacía, sino yo y las extrañas sensaciones que habían despertado en mí en esos días... podrían estar haciéndome ver lo que yo quería en lugar de la realidad. Y eso... me convertía en un ser despreciable. En cierto modo, me daba miedo lo que podría llegar a pasar.

¡Estaba hecho un lío! No sabía lo que era real y lo que no. ¿O sería todo un sueño del que pronto me despertaría?

En ese instante, mi móvil sonó al recibir un mensaje. ¡Papá y mamá! Pensé, tonto de mí. Pero era de Nora.

Hola Ben

¿Volverás pronto a casa hoy? Quiero intentar cocinarte un pastel para merendar, pero si vas a tardar tanto como ayer se quedará frío. Así que dime qué vas a hacer, ¿vale?

Te quiero.

Nora.

Suspiré, agobiado. No tenía ni idea de que iba a hacer. No sabía que haría con nada. Nora me esperaba, pero, ¿iría yo junto a ella? ¿Eso era lo que debía hacer?

No lo sabía, así que me guardé el móvil sin responder a su mensaje y me recosté sobre el tablero de mi mesa.

¿Qué nos está pasando? Me pregunté varias veces. ¿Un pastel? ¿Lo decía enserio? ¡Era algo increíble!

Cerré los ojos con la intención de arrastrarme de vuelta a mi segura oscuridad. Esta vez, en lugar de ocultarme allí unos minutos para tomar fuerzas, me habría gustado hundirme en ella y desaparecer para siempre. No es que estuviera pensando en la muerte ni nada de eso; pensaba más bien en la no existencia, no ser yo... no ser el hermano de Nora... ¡No! Eso no, jamás desearía no ser su hermano. Yo era feliz siéndolo, viviendo y viéndola cada día.

El Despertar del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora