-Cosas Imposibles-

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9.Cosas Imposibles

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Cuando la noche terminó de caer sobre nuestra casa, las sombras levantaron un muro a nuestro alrededor. Las luces blancas que había instaladas, como pequeños focos, sobre el suelo de nuestro jardín y el amarillento farol que reposaba en el porche era lo único que se salvaba de la impenetrable oscuridad.

Al menos el cielo estaba despajado esa noche y como la casa estaba a las afueras de la ciudad, podían verse las estrellas, algunas veces más brillantes que otras. Incluso había logrado avistar alguna estrella fugaz. Nora, por el contrario, nunca había tenido la suficiente paciencia como para verlas; ella se frustraba en seguida y se marchaba diciendo que eso solo eran "cosas imposibles" con su carita de enfurruñada.

Pero hay cosas imposibles que pasan de verdad. Otras no, por supuesto. Por ejemplo; sí que era imposible contactar con mis padres.

Estaba harto y cansado de llamarles una y otra vez. Me sabía de memoria cada una de las palabras de los mensajes de sus contestadores automáticos y el hecho de poder anticiparlas solo me hacía sentir más y más irritado. Estaba desesperado, necesitaba hablar con ellos más que nunca.

Había logrado reunir una gran fortaleza en ese parque abandonado a base de repetirme que las cosas se solucionarían, que podía controlar lo que me pasaba y que todo era una fantasía absurda de mi mente, pero después de unas pocas horas todo eso se había ido al traste.

No podía negarlo, algo malo me pasaba con mi hermana y desde luego que no podía controlarlo, se me estaba yendo de las manos a gran velocidad cuanto más tiempo pasábamos juntos. Cada vez que me hablaba o me sonreía sentía un acelerón en el corazón que me dejaba sin aliento.

En cuanto terminamos de cenar la mandé a su cama para ponerme a recogerlo todo; en realidad, me resultaba difícil el simple hecho de mirarla a la cara y no quería que ella se diera cuenta. Hice todas las tareas de la casa en un tiempo record y aun así nada de eso me alivió, seguía arrastrando una presión en mi pecho que apenas me dejaba respirar. Decidí no preguntarme más qué me estaba pasando, sino tratar de averiguar el por qué y casi automáticamente llegué a la conclusión de que todo era culpa de nuestros padres.

Nora y yo llevábamos solos demasiado tiempo, conviviendo sin nadie que nos dijera qué hacer y por culpa de esa situación, habían surgido todos esos sentimientos tan confusos. Pero estaba seguro de que si nuestros padres regresaban y ocupaban de nuevo su lugar, nosotros también volveríamos al nuestro y todo volvería, a su vez, a la normalidad.

¡Por eso era tan importante que hablara con ellos! Incluso aunque no pudiera convencerles de que adelantaran su regreso, me bastaría con oír sus voces, que me dijeran algo, para que yo pudiera sentirme como antes. Para que pudiera sentir que todo seguía igual y que solo había cambiado en mi imaginación.

Por desgracia, ellos no contestaban. Era como si se hubiesen desvanecido y yo tenía que quedarme atrapado en una extraña fantasía donde el mundo se había vuelto del revés.

Esa noche no había luna, pero los haces de luz de los focos del jardín eran intensos, ascendían hasta la amplia terraza del dormitorio de nuestros padres. Intentaba llamar desde allí porque pensé que tendría más cobertura... Sabía que era una tontería, no era yo el que andaba falto de ella, sino ellos, pues estaban en un barco en mitad del océano. ¿A qué clase de padres se les ocurría irse a un viaje de ese tipo y dejar a sus dos hijos adolescentes solos en casa?

El Despertar del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora