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8. Hermano Mayor
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Aquel día fue como si no hubiese estado en clase, porque no pude prestar atención a nada, ni siquiera para coger apuntes.
Aunque se me había pasado la ofuscación cuando llegué al instituto, por dentro se me quedó un rastro de tristeza que yo notaba como un peso en el estómago que ascendía, provocándome un sabor amargo en el paladar y eso que no comí nada, pues con las prisas se me había olvidado llevarme comida.
Mis compañeros y amigos me hablaban y yo les sonreía haciendo un esfuerzo. Era capaz de responder y soltar alguna que otra tontería, pero en cuanto dejaban de mirarme, mi rostro adoptaba ese rictus serio e inexpresivo.
Durante aquellas horas perdidas lo estuve pensando sin parar y no lograba descubrir exactamente qué era lo que me ocurría con Nora pero, fuera lo que fuera, era evidente que ella también se había dado cuenta y lo estaba usando para burlarse de mí.
Era algo lógico. Era lo que siempre había hecho.
Era cierto que tanto mis padres como yo la habíamos tratado siempre como a una princesita; sin obligaciones, sin responsabilidades, consintiéndola y perdonándoselo todo. Por eso, hacía ya un mes y medio que nuestros padres estaban fuera y había sido yo quien se había encargado de todo en casa, mientras que ella no había movido un solo dedo. Del mismo modo, con el pasar de los años yo había permitido que me tratara, cada vez más, como su principal objeto de burla.
Por más que supiera que Nora me quería, no siempre me gustaba cómo me trataba. Tal vez se había dado cuenta de que algo me pasaba con ella, incluso podía ser que no alcanzara a comprender el sufrimiento que empezaba a provocarme eso, pero si ya lo estaba usando para divertirse a mi costa...
—Ni siquiera sé por qué la quiero tanto... —susurré para mí, harto de pensar en voz baja.
Estaba en el descanso para comer y las tripas me rugían. Me asomé a la ventana para respirar el aire puro y porque tenía la cabeza hecha un lío.
Cuando Nora perdió el conocimiento y yo creí que moriría, me desesperé sin saber qué sería de mi vida sin ella, pero no sabía porque había tenido esa emoción tan intensa.
Me aparté de la ventana y sin muchas ganas me dirigí al pasillo para buscar su clase.
¿Por qué lo hago? Me pregunté. ¡Siempre complaciendo sus deseos! Era mi deber cuidar de ella si se ponía enferma, en ausencia de nuestros padres. Pero, ¿por qué tenía que hacer todo lo que me pedía? No se lo merecía.
Para cuando me planté ante la puerta de su clase me sentía muy molesto conmigo mismo. Resoplé, fastidiado y asomé la cabeza. Por suerte la clase estaba medio vacía y no me costó identificar a la tal Shelby, aunque solo la conocía por las fotos que Nora tenía con ella en su móvil.
Por lo que me había contado, Shelby había llegado nueva a principios de año, pero en seguida habían encajado muy bien. Me extrañaba que aún no la hubiera llevado a casa.
Ahora tendré que presentarme pensé con pereza, mientras me acercaba a ella. Tendré que explicar quién soy... preguntarle... ¿qué era? ¡Ah sí! Lo del viaje... ¡Cielos, Nora! ¡Podrías haberla llamado!
Llegué hasta su espalda. Cogí aire, intenté borrar de mi cara la mueca de fastidio y le di un toquecito en el hombro. Ella se volvió sonriente hacia mí, pero su rostro cambió al verme.
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El Despertar del Amor
Romance"El día más aterrador de mi vida estaba con mi hermana pequeña, solos en nuestra casa. Yo tenía dieciséis años y muy poca idea sobre cualquier cosa. Ella tenía quince y estaba muy enferma" . Así comienza el relato que Ben, un chico de 16 años, hace...