-Nada Cambiará-

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Nota de la Autora: Gracias a todos y a todas por acompañarme hasta aquí :-)

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17. Nada Cambiará

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—Está bien —le dije una vez más. Aun así, Ben puso una cara rara y dudosa mientras yo le quitaba el paño de encima al bizcocho. No entendía a que venía esa actitud, tenía muy buena pinta. Lo toqué con un dedo para asegurarme—. ¿Lo ves? Solo se ha quedado frío, pero aún está tierno y esponjoso.

—No sé yo... —murmuró él, rascándose la cabeza—. Además es muy tarde. Deberíamos irnos a dormir y dejarlo para el desayuno.

Tan responsable como siempre. Yo no podía ni pensar en dormir, con todo lo que había pasado ese día estaba tan excitada que me pasaría toda la noche dando vueltas en la cama.

Así que hice caso omiso de su sugerencia, cogí el cuchillo y lo moví sobre el bizcocho alegremente.

—Te voy a partir un trozo bien grande —le dije y le serví un cuarto de la fuente. Ben trató de impedirlo con un gracioso aspaviento, pero le ignoré. Tal y como yo pensaba seguía estando esponjoso cuando metí el cuchillo para cortarlo... el olor que subió hasta mi nariz fue de lo más delicioso—. Aquí tienes.

Le ofrecí el plato y al cogerlo, los dedos de Ben rozaron los míos un instante. Algo muy intenso agitó todo mi cuerpo, en una oleada de placer de dentro hacia afuera.

—Gracias.

Le observé ansiosa mientras se llevaba el primer pedazo a la boca. No quería perderme un ápice de su expresión porque seguro que aunque estuviera espantoso, el bueno de Ben lo negaría diciendo que era lo mejor que había probado. No, tenía que fijarme en sus ojos, ellos me dirían la verdad. Y sí, por la expresión de felicidad que los iluminó supe que le había gustado de veras.

—¡Está buenísimo! —exclamó alzando su tenedor. Sentí deseos de dar un bote sobre el taburete, pero no quería caerme.

Mi hermano mayor siguió comiendo el bizcocho y aunque yo también me partí un pedazo, lo dejé a un lado y me dediqué a mirarle porque tenía un nudo en el estómago. No era desagradable, ni mucho menos de esos que te producen náuseas y angustia. ¡Todo lo contrario! Me hacía sentir feliz, completa...

Oh, Ben... Apoyé un brazo en la madera y la barbilla en mi mano. Has dicho que no existe otra mujer en el mundo para ti salvo yo. Un hormigueo enorme me recorrió entera y las cosquillas más agradables encendieron mi piel. Para mí es igual. No hay nadie más que tú.

¡Y es que Ben era perfecto! No había chico en el mundo que fuera más bueno, más amable, más cariñoso, más divertido, más...

—¿No vas a comer nada? —me preguntó y yo volví en mí, sonriente.

—¡Claro que sí! —contesté, cogiendo un tenedor. Probé mi bizcocho y verifiqué que estaba dulce y apetitoso. ¡Era una excelente cocinera! Me llené un gran vaso de leche y después me estiré sobre la isla para llenar el de Ben. Él levantó la vista del plato y me miró. Se quedó ensimismado y yo, curiosa, seguí la dirección de su mirada... hasta el escote holgado de mi camisón—. Ahm... Ben, ¿qué estás mirando?

El Despertar del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora