Capítulo II: El peligro de Conocerte

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—Creo que iré.

Su respuesta fue inmediata cuando escuchó el nombre de Asuna. 

—No traigas tú auto, toma un taxi.

Asintió y cortó, quedando varios segundos mirando el aparato ya con la pantalla apagada. Se giró de vuelta a la habitación, su esposa seguía acostada en la misma posición con el teléfono celular en sus manos.

—Iré a casa de Eugeo, ¿vienes?

Un suspiro largo respondió por ella y ni siquiera apartó sus ojos del móvil.

—Llegaré tarde.

Se limitó a comentarle y salió por la puerta sin ninguna respuesta de Alice.

Cada día, su relación se enfriaba más y más.

Cerca de veinte minutos le tomó llegar al edificio donde vivía su amigo, en parte por el poco tráfico a esas horas de la noche. Al ingresar en el elevador, marcó el catorceavo piso, aunque técnicamente era el piso trece, ese edificio, como muchos otros por toda la ciudad, simplemente saltaba supersticiosamente el treceavo. Para Kazuto, esa era una tontera.

Al llegar a la puerta del apartamento, timbró una sola vez y luego la puerta se abrió. Quien lo recibió, fue Asuna, llevaba el mismo vestido ceñido de color negro que acentuaba maravillosamente cada curva, su cabello suelto caía con gracia hacia un costado y tanto sus ojos avellana como sus labios ligeramente pintados, le sonreían.

Asuna llevaba en su mano una botella individual de cerveza ya abierta, se notaba fría por el sudor que adornaba el vidrio y se la extendió.

— ¿Bebes?

El botellín tenía marcado el labial de ella, Kazuto podía verlo en la boquilla. Cuando ella lo notó, sonrió inocentemente y continúo con un mohín en su boca.

—Te traigo otra.

— ¡No! No, está bien.

Ante su reacción, una pequeña carcajada alivianó la tensión que se había acumulado sin notarlo en los hombros de Kazuto. Recibió la cerveza y bebió de ese beso indirecto.

—Qué bueno que llegas, Kazu. ¿Eh? ¿Y Alice?

Eugeo se sumaba a ellos en la entrada, Kazuto se encogió de hombros sin decir nada y aunque Eugeo pareció notar un poco la incomodidad de su amigo, decidió no decir nada más.

— ¿Alice? ¿La chica rubia de ojos azules?

Asuna preguntó curiosa entre ambos. En la fiesta más temprano esa misma noche, aunque se vieron, nadie las presentó.

—Sí, es la esposa de Kazuto.

Por alguna razón, Kazuto sintió un gran balde de agua fría caerle y miró casi con culpa a la chica de risueña mirada castaña y aunque las palabras de Eugeo no parecían haberle afectado esa hermosa sonrisa, él sintió que la curva que tiraba sus labios se había empequeñecido solo un poco.

De ese momento, todo pareció ir normal. Charla, risas y juegos con música a volumen moderado. Era agradable reír junto a ellos.

Una hora después, Klein y Liz, que habían estado con miradas coquetas e indirectas desde que él había llegado, con una seña entre sus ojos, Liz se había levantado haciendo alusión a que era bastante tarde y Klein, por supuesto, se levantó inmediatamente ofreciéndose a llevarla.

Cuando quedaron los tres solos, la cerveza se había acabado y la música en la radio sonaba lenta. Eugeo se levantó algo tambaleante y entre risas habló en tono jocoso.

¿Llegaste Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora