Él no lograba recordar cómo fue que se había enamorado de ella, o si alguna vez siquiera lo hizo. Parecía sencillo al principio estar juntos. Era su amiga desde que podía recordar y Alice siempre le había mostrado interés.
Entonces... ¿Qué había sucedido?
Su poca o nula capacidad de leer las emociones y sentimientos del sexo contrario, le pasaba la cuenta. Nunca sabía qué pensaba ella, solamente podía ver esos ojos fríos penetrando hasta sus huesos y ese único sentimiento que era fácil de ver en su esposa: Enojo.
Y ahí estaban una vez más; uno frente al otro listos para una guerra.
—Te niego sexo por borracho y no llegas.
—No fue por eso. Tú no quisiste ir, no mezcles las cosas. ¡Y no estaba borracho!
— ¿Dónde estuviste? Tú móvil estaba apagado.
Rascó su cabeza con evidente molestia. Ella tenía esa extraordinaria habilidad para fastidiarlo.
—Quedó sin batería. Te envié un mensaje, hubo un apagón y pensé que lo mejor era quedarme con Eugeo.
— ¿Porqué, le tiene miedo a la oscuridad? ¡Ridículo!
—Por dios, Alice.
Giró sobre sus talones y la pasó de largo. Alice se levantó tras él, enojada, el sonido de sus pasos hacía eco de la fuerza con la que golpeaban el suelo. Alcanzó el brazo de Kazuto y con rabia lo jaló.
—No me dejes hablando sola.
Masculló entre dientes, sin soltar la camisa de Kazuto.
—Me bañaré y con calma, lo hablamos. ¿Sí?
Trató de que su voz sonara pasiva. Aunque en realidad era un tono resignado, aburrido de esa rutina de interminables problemas.
—Quiero hablarlo ahora. No después, no mañana, ¡ahora!
Ese día ella estaba aún más dispuesta a pelear. Kazuto bufó molesto y retiro con suavidad la mano de su esposa de su brazo, tomó sus hombros y la miró directamente a sus ojos azules, realmente ya no eran tan bellos como creyó. Tomó aire y mencionó con calma.
—Me bañaré y tú te calmarás.
Luego caminó hasta las escaleras, desabotonándose su camisa.
— ¿Hay otra?
Desde el primer escalón de la planta baja, Alice habló con voz ronca, como si decir esas dos palabras le costara. Kazuto se detuvo poco antes del último escalón. Sonrió casi con ironía. ¿Otra? Si era ella quien lo rechazaba en cada ocasión que podía.
Aclaró su garganta y trató de que su voz sonara seria, pero su intento había salido tan frío como el témpano de hielo que podía llegar a ser ella misma.
—No, Alice, sino, no te mendigaría.
No volteó ni para decirlo, ni para oír su respuesta, simplemente siguió sus pasos a la habitación que compartían, quitó toda su ropa y abrió rápidamente la ducha.
Quizás había sonado rudo y ella solamente se había preocupado por no poder contactarlo la noche anterior, pero no estaba de humor para lidiar con sus celos, no después de toda la indiferencia que ella le mostraba.
Creía que había otra. ¿Otra? Era casi inverosímil. Su vida social se resumía casi a solamente trabajo y su mejor amigo, Eugeo.
Mientras dejaba caer el agua tibia en su piel, pudo sentir que se relajaba y a sus pensamientos llegó ese aroma dulce y el cálido color de un atardecer. Cerró los ojos pudiendo dibujar en sus pensamientos el rostro sonriente y la delicada curva de su cintura. Hubo una reacción natural y ante la dirección que su cuerpo y mente tomaban, cerró velozmente la caída del agua y apoyó su frente a los azulejos del baño.
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¿Llegaste Tarde?
Fiksi PenggemarKazuto es un hombre exitoso, casado pero increíblemente infeliz. Vive en una monotonía que llena sus días y vacía sus noches. Es entonces cuando la conoce. Ella es alegre y coqueta por naturaleza. Es un romance prohibido, ambos lo saben, pero ¿podrá...