Capítulo III: No es lo que Parece

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Un suave pero constante sonido podía oírse en medio de todo el silencio. Los ojos le pesaban y un pequeño dolor punzaba su cabeza. Se acomodó como si quisiera obviar el malestar y el molestoso ruido lejano, girándose de costado y atrayendo inconscientemente el calor que podía sentir a un lado. Abrazó una pequeña cintura y se acurrucó.

El aroma de flores cosquilleó su nariz, lo inspiró sin abrir sus ojos, era sencillamente deliciosa la sensación.

«Qué aroma más tranquilizador, tan dulce»

«Espera, ¿dulce? Alice nunca ha tenido ese aroma»

Como si recordar el perfume cítrico que le picaba la nariz cada mañana le lanzase un balde de agua fría. Sus ojos grises se abrieron tanto que le dolían. Cuando notó que bajo su abrazo matutino estaba la esbelta figura de piel blanca y cabello castaño como un atardecer, reprimió un grito tras su garganta, elevando sus manos como si tenerlas sobre esa pequeña cintura fuera un delito.

Se sentó en la cama notando que estaba desnudo desde el torso hacia arriba, una manta cubría el resto de su cuerpo y con su conciencia nublada de la noche anterior, rezó internamente porque al levantarla tuviese algo puesto. Cerró cobardemente sus ojos y levantó la manta.

Levanto a penas uno de sus párpados y suspiró; llevaba puesto su pantalón. Cuando siguió con su mirada a la chica a su lado, pudo notar que ella tenía puesta su camisa y como si ella se sintiera observada, giró su cuerpo removiéndose contra la almohada, quedando con su rostro hacia él.

Otra vez había olvidado respirar. La tenía tan cerca, que podía ver detalles que no había notado con claridad. La forma de sus labios fue lo primero, eran gruesos pero no exageradamente, el superior formaba un bello arco en "V" como lo hacía un corazón y estaba bien definido, aun con el labial borrado. Luego estaba su pequeña nariz respingada y delicada con mejillas ligeramente rosadas y finalmente notó esas largas y curvas pestañas castañas, como su cabello.

Seguramente ella se horrorizaría si supiera que alguien la miraba tan detenidamente mientas dormía después de una noche de fiesta, con su maquillaje corrido y pelo enmarañado entre las sabanas y la almohada, porque era largo, muy largo, quizá cubría hasta llegar a su...

« ¡Kazuto! »

Se gritó mentalmente para frenar el ritmo de sus pensamientos, pero el grito mental, aunque silencioso, había hecho que él se moviera con algo de brusquedad en la cama. Lo obvio pasó; Asuna, despertó.

Kazuto se quedó tan quieto, que ni siquiera era posible que las pupilas de sus ojos grises se movieran. Asuna parpadeó un par de veces mirándolo y luego recorriendo el lugar con su vista; parecía confundida. Luego se miró a sí misma y sus mejillas que habían estado congeladas comenzaron a volverse poco a poco tan rojas como un tomate.

- ¡Lo siento!

- ¡Lo siento!

Ambos gritaron al mismo tiempo, cubriéndose con las mantas de manera torpe y con un gran salto de Kazuto hacia la pared que tenía tras él, provocándole un golpe leve, pero no menos doloroso.

- ¡Auch! - se quejó mientas se sobaba la nuca. Y la escuchó, esa melodía inconfundible de una risa sincera y alegre; Asuna tapaba graciosamente con sus dedos su boca y luego estalló en una carcajada.

Fue en ese momento en que la mente de Kazuto ordenó sus pensamientos correctamente. La noche anterior había venido al departamento de Eugeo para pasar un rato con sus amigos, aunque en realidad, lo admita o no, quería verla a ella. Se habían divertido y quedaron solos en la sala. Recordó el juego, sus miradas, el encaje negro y la línea desde su hombro hasta su cuello, el baile y el apagón.

¿Llegaste Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora