Los párpados le pesaban y los sonidos se oían tan lejanos. Con ridícula lentitud sintió el regreso de sus sentidos, como si estuvieran cargando para volver. El suave peso de algo cálido en su mano fue lo primero que sintió, luego poco a poco los ruidos de voces, el de las máquinas y ese característico olor aséptico de los hospitales.
Abrió de golpe los ojos apenas fue consciente de su alrededor. Estaba en una clínica, eso era seguro.
Miró el cielorraso blanco, la ventana amplia de persianas igualmente blancas, con la claridad del día atravesándolas. Giró solo un poco su rostro y la vio. Una cabellera rubia semi acostada desde su torso hacia arriba mientras permanecía sentada en lo que parecía una silla acolchada, estaba inclinada hacia su cama y con sus pequeñas manos sosteniendo la de él.
Sintió una punzada de culpa en su pecho, pero también un cálido sentimiento de ternura cuando notó que dormía.
Trató de no despertarla y al mismo tiempo, trataba de rememorar el por qué estaba ahí. Tenía las ideas desordenadas en su cabeza, como si estuviera desorientado. Pronto recordó, el ascensor, Asuna y su rechazo a llevarla, el día agotador y la llegada de los padres de Alice; y luego la llamada de su mejor amigo. Después de eso: Nada.
Una conocida voz interrumpió sus pensamientos, despertando a Alice también. Su rubio mejor amigo entraba con dos vasos desechables y humeantes, mencionando con alegría y alivio su nombre.
—Kazuto, gracias al cielo.
Sintió en el mismo momento que su esposa abrió sus ojos, el abrazo de ella.
—Me preocupaste mucho, tonto.
Podía notar en el tono que ella ocupaba, que realmente se había preocupado por él. Extrañamente, eso lo hacía sentir bien, aunque no era esa sensación de bienestar como tal lo que lo hacía sentir extraño, sino, esa manera en que lo sentía, como antes de casarse con ella, como lo que era... su mejor amiga.
Disipó de su mente esa idea y con una sonrisa de agradecimiento musitó. —Lo siento.
Algunos segundos de silencio. El mismo Kazuto lo rompió.
— ¿Cuánto tiempo dormí?
—Bueno, si es que a un desmayo lo puedes llamar dormir... creo que fueron cerca de ¿16 horas?
Eugeo retomaba ese tono alegre que lo caracterizaba. Kazuto procesó algunos minutos la información, es que había perdido completamente la consciencia y, como si sus preguntas mentales hubieran sido escuchadas, entró a la habitación un rostro conocido y que no veía hacía un buen tiempo.
El hombre alto, cabello castaño y bata blanca. Era el doctor de cabecera de su familia.
—Kazuto Kirigaya, que tengas que desmayarte para venir.
Kazuto hizo una mueca con sus labios mientras se encogía casualmente de hombros. — Creo que solamente estoy cansando, Kayaba.
El médico lo miró con ojos entrecerrados. Lo conocía hacía demasiado tiempo, sabía, por supuesto, que él tenía una ligera tendencia a minimizar todo cuando se trataba de él. Suspiró sonoramente y comenzó a escribir en silencio en el historial médico de Kazuto.
— ¿Le harás los exámenes?
Alice fue la que interrumpió el silencio. Ese tono demandante volvió a su voz como si la ternura con la que lo había tratado se desvaneciera justo con todo el efecto confuso que había resultado del desmayo de Kazuto.
Él cerró los ojos y tomó el hombro de su esposa, la que trataba de presionar con su mirada azul hielo al médico que luego de escribir las últimas palabras, respondió.
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¿Llegaste Tarde?
FanfictionKazuto es un hombre exitoso, casado pero increíblemente infeliz. Vive en una monotonía que llena sus días y vacía sus noches. Es entonces cuando la conoce. Ella es alegre y coqueta por naturaleza. Es un romance prohibido, ambos lo saben, pero ¿podrá...