Capítulo XVI: Me encantas

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Un beso, solo eso bastó.

Una caricia que tenía una nota de desesperación, anhelo y profundo miedo a lo que les vendría. Pero era fácil perderse en esa necesidad que mostraban sus labios al tocarse y la humedad de sus bocas se les antojaba adictiva, encendiendo el calor que los estaba quemando, como si ese beso los hiciera jugar con fuego.

A esas alturas era imposible negar esa atracción, aunque denominarla amor era aterrador para los dos.

Asuna se detuvo frenando con delicadeza a Kazuto, apoyando su mano en el pecho de él. Ambos estaban agitados, con sus alientos calientes y ella podía sentir en el tacto de su palma contra Kazuto, como su corazón golpeaba con fuerza. Se atrevió a mirarlo luego de unos pocos segundos. Su garganta se apretó y las palabras parecieron negarse a salir.

¿Qué diría? Tenía mil dudas en su cabeza, su cuerpo temblaba y pronto sus ojos vibraron con un brillo lleno de culpa y, aun así, a Kazuto le pareció verla más hermosa que nunca.

«Debo alejarme...»

El pensamiento cobarde invadió a Asuna. No quería seguir, de hacerlo sabía que entregaría todo de ella, tanto que dolería. El miedo la hizo dar un paso tembloroso hacia atrás.

—No, no esta vez... No te dejaré ir, Asuna...

Kazuto no supo de dónde vino ese valor para detenerla. Era un completo egoísta. Es que verla, sentirla y saborearla estaban haciendo estragos dentro de él.

—Los dos sabemos que esto está mal.

Kazuto apretó los dientes. Ella tenía toda la razón. Pero Asuna encendía su alma de una manera que él no sabía explicar. No era solamente esa innegable atracción física, había mucho más cuando ella estaba cerca de él y después de saber que para Asuna él no era indiferente, era tortuoso simplemente renunciar.

Asuna lo miró, se veía angustiado, frágil a pesar de esa imponente estampa de hombre de negocios y, definitivamente le dolía verlo así. Se acercó ese paso que se había alejado, acariciando despacio su mejilla, haciendo que sus ojos grises se encontraran con los suyos, el simple cruce de sus miradas era electrizante y la envolvía de muchas maneras que ella no sabría describir.

Había deseo, ansiedad y un sentimiento que ella podría asegurar que era más que esa tensión que se formaba apenas compartían espacio.

Ella ya no quería pensar en nada más, aunque eso era más difícil de lo que ella creía.

—Me gustas... y mucho...

Asuna comenzó con pesar y su voz traicionándola. —Kazuto, yo... yo realmente lo...

—No digas que lo sientes. No me pidas disculpas por algo que yo también deseo.

Kazuto la interrumpió, no quería que ella dijera una vez más que aquello era un error. Ambos lo sabían, pero para él era ya una certeza que preferiría estar en un error antes que dejar eso que tenían, aunque no pudieran darle un nombre.

—Me encantas, Asuna.

Lo dijo en un suspiro que sonó casi a una súplica. Y qué irónico que para decir eso que le hacía saltar su corazón tuviera que sufrir tanto.

Maldijo silenciosamente su estupidez al apresurar su vida.

— ¿Llegaste tarde? Asuna...

—Muy tarde, Kazuto.

Sonrieron los dos con pesar, sin dejar de acariciarse en un abrazo que estaba lejos de ser sosegado.

Asuna creyó que esas últimas palabras eran un adiós a algo que no alcanzó a empezar.

¿Llegaste Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora