Capítulo IX: Gato Encerrado

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Asuna estaba confundida e inmóvil. De alguna manera la presencia de esa mujer le resultaba intimidante, aunque era más que todo, la sorpresa.

Abrió sus labios para contestarle, pero antes de que cualquier sonido abandonara su boca, el tono extrañamente frío y seco del hombre a su lado interrumpió sus pensamientos.

—No puedo ahora, estoy muy bien acompañado.

Eldrie, a su lado, lo dijo casi casualmente. Asuna lo miró unos segundos, había compartido poco con él, pero bien sabía que ese tono, no era el que ocupaba habitualmente, no con ella al menos.

La rubia no movió ni un solo músculo en su rostro. No había irritación, tampoco sorpresa, simplemente parecía un maniquí y los lentes oscuros no dejaban ver ni siquiera la dirección de su mirada.

Los cortos segundos parecieron pasar en cámara lenta.

— ¿Vamos?

Eldrie pasó su mano por la espalda de Asuna, a media altura y con un guiño hizo una seña para que continuaran su trayecto a la cafetería.

Una vez ahí, Asuna tomó un pequeño sorbo de su café y finalmente preguntó:

— ¿Qué fue eso? — su tono fue entre curioso y jocoso. Eldrie rascó su mejilla y se reclinó despreocupadamente sobre la silla. —Vamos, admite que fue extraño. ¿No es ella la esposa de Kaz... del Señor Kirigaya?

Un largo suspiro abandonó sonoramente la garganta de él. Volvió su cuerpo hasta Asuna y la miró con una semi sonrisa mientras inclinaba de lado a lado su rostro. Jugó con su dedo índice y en un gesto que pretendía ser coqueto la llamó.

Asuna carcajeó bajo, le pareció graciosa toda la pantomima para llamarla y más aún ese secretismo por una simple pregunta. Ella en realidad no tenía nada que pensar de ellos, después de todo, no los conocía tan bien, mucho menos a la rubia esposa de su jefe.

—Lo es. — Hizo una pausa exagerada mirando alrededor. — Tuvimos algo hace un tiempo, nada serio, ¡obviamente antes de que ella se casara con mi jefe!

Se apresuró a aclarar cuando Asuna borró la sonrisa de su rostro.

—Hoy no hay nada, no sé por qué quería hablar. ¡Lo juro!

—Está bien, no me debes explicaciones, Eldrie.

Los labios de él se contrajeron y con uno de sus dedos, acarició sutilmente la mano de Asuna que reposaba sobre la mesa.

—En realidad sí. No quiero que pienses que esto es un juego para mí.

Asuna miró su mano que era acariciada por Eldrie. Era un roce muy suave, así como lo había sido su voz.

—No, no entiendo.

Pero ella sí entendía. Eldrie, aunque no abiertamente, se estaba confesando. Ella había querido pensar que él buscaba una amistad. Arrugó en un mohín sus labios y sus ojos castaños se posaron en los ojos de Eldrie. Corrió apenas unos milímetros su mano, alejándola de la caricia de él.

Es que no eran las caricias que ella quería. No eran las manos que buscaba.

En medio de esos pensamientos, su vista se cruzó con los ojos grises oscuros de Kazuto. Él los miraba fijamente, aunque su rostro no mostraba expresión de disgusto. Asuna finalmente bajó ambas manos a su regazo y volvió la mirada a su acompañante.

—Debo volver. Hablamos al rato.

Se puso de pie y abandonó la cafetería, aunque antes de salir, volvió a cruzar su mirada con Kazuto. Ella le sonrió como de costumbre, no tenía motivo para comportarse distinta. Pero la realidad era que sí, que cada vez que lo veía todo dentro de ella parecía vibrar, se ponía extrañamente nerviosa y ansiosa por, aunque sea un momento, volver a verlo.

¿Llegaste Tarde?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora