19-Cachorrito

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Desde que Kim Mingyu llegó a su vida, todo era mejor.

Salía más, socializaba con otra persona que no fueran sus dos mejores amigos de toda la vida o su gato, y lo principal de todo: no tenía que estar todo el día en casa soportando los sermones de sus padres.

Él era la excusa perfecta para distraerse y alejarse de quienes le atormentaban cada día, aunque solo estuvieran a 6 casas de distancia.

Y por sobre todas las cosas, ese niño a quien apenas le empezaban a crecer ambos colmillos superiores era la serotonina que siempre buscó encontrar. A sus ya cumplidos 12 años, Wonwoo comprendía que aquel coreano con complejos de ninja era alguien a quien quería tener en su vida por el resto de lo que le quedara por vivir.

¿Se sentía triste por algo? Le contaba chistes y enseñaba a jugar juegos raros que solo él podía inventarse. Si lo castigaban, se metía a escondidas a su cuarto a llevarle dulces. Si quería llorar, él era el único que lo veía hacerlo y sus abrazos eran tan mágicos que todo dolor se iba por un buen tiempo.

Mingyu era como una estrella entre tanta oscuridad, su mejor amigo, el arcoiris que le daba color a su historia monótona y nublada.

Y Wonwoo deseaba que el tiempo no fuera tan efímero, porque de ser así podría estar con él en aquella casa del árbol solo leyendo mangas y jugando naipes explosivos por mucho mucho tiempo sin tener que preocuparse por salir afuera.

La mañana siguiente era 1 de septiembre, o sea, nuevo inicio de año escolar y su amigo por el que probablemente tenía un crush (palabras de Jeonghan cuando lo descubrió leyendo su diario de notas, no es que sea cierto) había recibido su carta hace solo una semana.

Wonwoo apostaba su escoba nueva a que quedaba en Gryffindor.

Aunque tenía ciertos aires a Hufflepuff, Mingyu era realmente muy valiente y alguien muy leal a sus ideales. Estaba lleno de coraje y eso lo pudo conocer con el paso de las vacaciones y las cartas que le solía enviar cuando estaba en primer año, donde le contaba cómo había defendido a un niño en la escuela muggle de ser golpeado por no tener dinero o cómo se escabullía a lugares en donde no debía meterse, como si fuera algo tan normal.

El chico, a quien internamente llamaba su cachorrito (supongo que es algo inevitable), era un alegre y energético león con la sangre escarlata corriendo veloz por sus venas.

Y Wonwoo se sentía muy orgulloso de él; aunque no supiera decir el por qué.

—¿Ya tienen listas todas sus cosas, chicos?

—Si señora Lee, iremos a dormir ahora.

Ese era el último día en la casa de Jihoon y aunque no quería admitirlo, lo pasaron increíble.

Quizás Jeonghan casi quema y destroza 3/4 del hogar de su amigo más de 10 veces pero nada pasó a mayores.

El único problema era que Soonyoung se había enojado porque ninguno le invitó, se le pasó un poco luego de que Seungcheol lo llevara con su familia a un partido de los Chudley Cannons contra el Puddlemore United. Partido que, milagrosamente como sucede muy poco en la historia de la humanidad, ganaron los Chudley.

Sospechaba que la molestia se le pasaría luego del tercer día de clases cuando Jihoon se hartara de no adularlo y fuera directo a sus brazos, como siempre; esos dos no podían pasas más de una semana separados por más enojados que estuvieran el uno con el otro, lo único que podría ponerlos en una mala relación era que el menor por fin consiguiera convertirse en su cuñado.

Cuando le dijo eso fueron dos semanas las que Soonyoung aplicó la ley del hielo a su amigo, el tiempo más largo en que no le dirigió palabra alguna y fue tan deprimente para todos, Wonwoo les puede jurar que prefiere nadar con los grindylows antes de volver a soportar a ambos tratándolo de lechuza mensajera.

Quidditch y Encantamientos•SEVENTEEN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora