23.

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No me gustan los funerales.

Ver a un grupo de personas derramando lagrimas junto a una enorme caja de madera no era una imagen muy satisfactoria para mi.

Quizás el hecho de haber presenciado el funeral de mi madre me dejó algunas secuelas... ¡Quien sabe! El punto es que los detesto.

Pese a mis disgustos, estaba en la necesidad de permanecer junto a ti en tú pequeña zona de duelo. Justo en aquél momento era tu sistema de apoyo y debía permanecer firme.

La tristeza rondaba por el lugar como sed en tiempos de sequía y aunque suene egoísta, no me centraba del todo en lo que pasaba frente a mis ojos. Y es que aunque en aquel instante no lo demostré, yo también me estaba derrumbando por dentro. Pese a mis tormentos, estaba triste por ti. Era el hecho de verte llorar sobre mi regazo a costa de tu pérdida lo que me desmoronaba cada vez más y más.

Como era de esperarse, aquella tarde gris y tétrica estaba por finalizar. Tus familiares y amigos se acercaban a darte un último pésame para luego retirarse de la escena y poco a poco el cementerio iba recuperando su esencia fría y solitaria cuando solo quedaron algunas personas en el lugar.

-¿Podrías hacer algo por mi?

Sorpresivamente aquéllas palabras no sonaron del todo rotas. Tu voz era algo más animada que antes y tus ojos poco a poco recuperaban aquel brillo que yo tanto amaba.

-Claro, cariño. ¿Qué necesitas?

-Quiero irme de aquí, llévame lejos. No me importa a donde vayamos siempre y cuando esté a tu lado.

No sabía si debía hacer caso a tu petición. No estaba seguro si de aquello era la mejor decisión teniendo en cuenta el momento por el que estabas pasando, pero no podía negar que si quería pasar el resto de la noche junto a ti.

-¿Estás segura? ¿Qué hay de tu padre?

-Tranquilo, grandulón. Ya le había dicho que pasaría la noche contigo. Increíblemente le caes mejor de lo que pensé.

Y si que era cierto, tuve la suerte de agradarle con facilidad a tú padre y con el paso del tiempo me tomó mucha confianza. Quizás sabía que mis intenciones contigo eran totalmente sinceras. Así que si, estaba decidido.

-Dame tú mano. Hay un lugar al que quisiera llevarte.

***

-¿Por qué estamos en Howell Beach? Creí que era ilegal entrar a esta parte de la playa.

-Si, lo es. La marea en esta zona de la costa es tan fuerte que las autoridades decidieron prohibir el paso a los bañistas. Ahora por favor... ¡NO VUELVAS A ABRIR LOS OJOS!

-Pff, Si no fueras tú, creería que están secuestrándome.

-Si de ese modo puedo estar junto a ti, créeme que lo haría.

-No debes secuestrarme para tenerme. Pienso estar junto a ti todo el tiempo posible, grandulón.

Me coloqué frente a ti tomando las palmas de tus manos y dejando un beso en tus labios. Sabía que era la mejor respuesta que podría darte.

-Ya puedes abrir los ojos, cariño.

Desde pequeño he sido un amante del mar. La perfecta sincronía entre la luna, el sol y las olas que golpean la marea siempre me han parecido dignos de admirar.
Increíblemente la playa siempre ha sido mi mejor compañía. Aunque me encuentre completamente solo, al estar sentado en la arena observando las olas golpear la orilla, me sentía protegido y en aquél momento quería transmitirte ese sentimiento.

Lo que nunca te dije [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora