13.

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El sol comenzaba a ocultarse. Ambos paramos de reir y nos vimos con pequeñas sonrisas dibujadas en muestros labios.

-Debo irme, ya es algo tarde y no quiero que mis padres se preocupen.

No quería que te fueras, me sentía tan bien junto a ti que no quería que te apartaras de mi lado. Se que es egoísta, pero estaba seguro que tu te sentías igual.

-¿Nos vemos mañana?

-Si, claro.

Comenzaste a caminar y no miraste hacia atrás. Me sentía confundido. A decir verdad, esa no era la despedida que ne esperaba. Pero gracias a eso, supe lo que debía hacer.

Me levanté rápido de mi asiento y corrí hasta alcanzarte.

-¡Espera!
Puedo acompañarte si quieres, ya está oscureciendo y quisiera asegurarme de que llegues bien.

-Tranquilo Dante, vivo solo a un par de cuadras, no debes hacerlo.

Lucias más alegre que cuando estábamos en la escuela y sabía que estando sola no te mantendrías de ese modo. Así que insistí y tu terminaste aceptando.

El camino a mi casa estaba contrarío al tuyo, pero no me importaba en lo absoluto. Quería estar para ti.

Tu casa no estaba tan lejos, pero ibamos a paso lento para que el tiempo entre nosotros fuese mas largo. Mientras caminábamos, yo me reía de tus torpezas y te rías de mis estupidos chistes. Pero no todo siempre es color de rosas. En algún punto de la conversación mencionaste a tu madre.

Me contaste sobre su estado y como estaba llevanto todo el asunto del cáncer. Se que no debí hacerlo, pero por un momento dejé de prestar atención y mi mente se llenó de recuerdos de mi madre. Hace dos años que la había perdido, ella padeció leucemia por casi un año y lamentablemente el cáncer terminó ganandole.

Notaste que mi semblante había cambiado y tomaste mi mano mientras te acercabas más a mi.
Me viste con una linda sonrisa dibujada en tus labios y me preguntaste si me sentía bien.

-Dante, ¿Estás bien?

-Eh, si, perdón. Es solo que comencé a recordar algo, pero ya todo está bien.

Hiciste una mueca de desaprobación y supe que no me habías creído. Era obvio que querias indagar más, pero para mi suerte, ya estabamos parados frente a tu casa.

Nos quedamos en la entrada viendonos fijamente, ninguno queria despedirce del otro y eso era obvio. Sabía que debías entrar, no quería causarte problemas así que dije adiós y me di la vuelta.

Sorprendentemente, saltaste hacia mi espalda riendo como desquiciada, me di la vuelta para estar frente a ti y de repente me abrazaste con fuerza.

-Dante... Te quedaste junto a mi y me diste una tarde repleta de felicidad a pesar de no conocerme.
Eres increíble, pero en tu rostro se refleja que tu también tienes tus propios fantasmas y a pesar de no ser tan fuerte como tu, planeo apoyarte y estar junto a ti.

-Descansa Lia.

Yo no sabia que decir, si te contaba sobre mi madre, te ibas a sentir mal por mi y no quería darte más problemas de los que ya tenías.
Asi que tomé tu barbilla con mis manos, me agaché y besé tus mejillas mientras tu te sonrojabas. Me di la vuelta y me alejé mientras te quedaste mirando como desaparecía bajo la luz de la luna.

Lo que nunca te dije [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora