Capítulo XXX

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"La verdad es la primera víctima de la guerra"

Esquilo de Eleusis

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Intento no ponerme mucho maquillaje en esta ocasión, realmente ni siquiera tengo idea de cómo lucir ante este momento importante porque a pesar que los nervios sean porque Demian me presentará al resto de su familia, en verdad, no sé qué tipo de sorpresas me llevaré ahora, sin decir que aún no puedo sacarme de la cabeza si su padre llegará a reconocerme luego de haber pasado mucho tiempo. De alguna u otra forma, este es un día que, aunque no debería considerarlo especial, sí lo es, porque a pesar que me asusta lo que pueda pasar cuando el resto de su familia empiece a preguntar la razón por la que llevo a una disque amiga a pasar las fiestas de fin de año con ellos, estando embarazada y sin pareja.

Sé que no es necesario que una mujer embarazada tenga que tener a un hombre colgado de su brazo como si fuera una cartera u accesorio para decir que es su pareja y el padre de su hijo, sin embargo, tomando en cuenta quién es Demian, tengo muchas probabilidades que su familia se pregunte por qué hasta hoy ha llevado a una chica embarazada a su hogar; hasta dudo que se crean el cuento de que el bebé no es su hijo cuando la tendencia es que se hagan teorías o suposiciones de la razón para evitar la verdad.

Lo peor de ello es que Demian no sabe nada de que su madre ya está enterada de todo, pero a pesar de ello confío en que ella no dirá ni una palabra o comentario ya que me lo prometió. Sin embargo, no me siento ni cómoda ni conforme de seguir rechazando y diciéndole a medio mundo que el padre verdadero es mi difunto marido cuando en sí, quisiera decir que Demian es el verdadero papá.

Escucho desde afuera de mi habitación como mi jefe pregunta si ya me encuentro preparada, así que con un suspiro y dándome mis propios ánimos como consuelos, agarro mi cartera y salgo del cuarto para ir a la puerta principal en donde Demian me debe de estar esperando. Me hago a un lado un pequeño fleco de mi cabello que se ha salido de mi coleta para dejarlo detrás de mi oreja, en mi mente repaso una lista de cosas de las cuales llevo en la maleta para estos dos días en que nos quedaremos en Tolo, así que mientras recuerdo que nada me ha faltado, termino por llegar a la puerta principal en donde me encuentro con mi jefe quien va vestidos de unos jeans azules, camisa roja y unos botines.

— ¿Cómo me veo? —Le digo nerviosa. —No sé qué debía ponerme para esta ocasión, sé que no es algo formal pero tampoco quise vestirme muy informal... —Me interrumpe.

—Ven acá. —Me alza su mano para que la tome.

Me acerco con pasos toscos hacia él hasta entregarle mi mano en donde inesperadamente me da un giro en el que observa con cautela la forma en que me he vestido, nada extravagante, sino que sencillo, ya que no quiero dar una mala impresión y también que su familia no crea que soy alguien muy exigente o lujosa consigo misma de acuerdo a su aspecto físico, sino que, tengo mi sencillez, pero a la vez, resalto por mi belleza interna.

— ¿Me permites? —Asiento al ver que quiere hacer algo con mi imagen.

Agarra mi coleta y la deshace rápido dejando que mi cabello termine por caer en mi espalda y en mis hombros; se toma la molestia de arreglarme varios mechones hasta que siento como sus dedos dejan de acariciar cada hebra de mi cabello para separármelo una parte y sentir su aliento cálido rozar mi cuello.

—Te vez preciosa. —Trago hondo. —Y más con el cabello suelto, no vuelvas a recogértelo, ¿sí? —Asiento despacio.

Cerré los ojos y presione duro los lazos de la cartera para no perder el control de mi cuerpo, desde la noche anterior no he hecho más que tener imágenes poco prudentes en mi mente, lo cual hizo que no pudiera dormir a gusto hasta que decidiera darme un baño nocturno para quitarme de encima la excitación que me dejo él con su increíble cuerpo. No obstante, me doy cuenta lo mucho que le gusta provocar a los demás, ya que si no fuera mi jefe, en este instante me daría la vuelta y sin permiso alguno, lo empujaría hasta la pared para besarlo, sin embargo, estoy aquí, teniendo que controlar mis impulsos y hormonas para no hacer lo que tengo en mente, porque ya es suficiente tener que imaginar su cuerpo encima del mío, sus manos tocar cada parte de mi piel y sus labios besar mi boca, mi cuello o mis pezones para tener que seguir permitiendo que mi imaginación navegue en aguas muy profundas.

Jefe, tendré un hijo suyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora