Capítulo XXXV

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"Aprendiendo a morir se aprende a vivir mejor"

Platón

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Si no más lo recuerdo, dicen que la paciencia es una gran virtud que no todas las personas la pueden obtener con facilidad en cualquier circunstancia, porque implica tener una capacidad de poder tolerar las adversidades y por supuesto, aquellas molestias que se pueden llegar a tener en la vida; sin embargo, en mi caso, llevo dos horas sentada en un sofá con una tercera taza de té de manzanilla que ya empieza a saberme mal porque tengo la impresión de que no tomaré algo más que eso porque parece ser que solo esa bebida calma los nervios de Vesna, y todo porque sigo teniendo demasiada paciencia para no presionarla a que hable, ya que eso sólo puede provocar que termine por ponerse histérica hasta sacarme de su hogar.

Al entrar a su casa, la primera impresión que tuve fue que parece vivir bajo una hueco lleno de oscuridad, porque todo es sombrío y frío, una mesa se encontraba llena de medicamentos mientras que su hogar parecía querer tenerlo limpió y ordenarlo pero al parecer las cosas las había dejado a medias a punto de no ser terminadas, ya que la escoba se encontraba tirada, hay un balde de agua sucia en una esquina de la pared, ropa por donde ni se esperaba ver, largas cortinas oscuras y algunos muebles o adornos parecen no haber sido lustrados para quitarles el polvo.

No me quiero imaginar el infierno que ha estado viviendo Vesna, se puede ver como un daño puede cambiar tu vida por completo, porque al principio el investigador privado que Demian había contratado, había conseguido hasta fotografías de la apariencia que ella tenía antes de lo que le hizo Tomislav, pero ahora, al tenerla en frente, solo puedo ver cómo está muy delgada, sus ropas cuelgan de su cuerpo al no ser llenadas con un poco más de carne, añadiendo de las enormes ojeras que tiene logrando ver unos ojos grises que están apagados por una depresión que no ha podido superar de su pasado.

Mierda, sinceramente, quiero ayudarla, pero no puedo saltar a un precipicio sin antes pensarlo, debo de tolerar su silencio, aunque me esté costando toda gota de paciencia que tengo y que por supuesto, no sabía que tenía.

— ¿Es tu esposo? —Mira hacia afuera y se percata que Demian me sigue esperando.

—El padre de mi bebé —omito su pregunta y prefiero darle la verdadera respuesta.

Espero que no se le esté cruzando por la mente hablar sobre mi embarazo o de Demian debido a que es probable que ella misma sienta la incomodidad del tema, porque a pesar que hablar de mi bebé debería ser una alegría, siempre ese rollo termina por estar Demian en quien por el momento sólo deseo que no sea el perjudicador de mis pensamientos mientras intento mantenerme controlada ante la situación luego que la noche anterior no hiciera más que la rutina diaria de prepararme el baño, leerme un cuento y arroparme hasta dejar un beso en mi mejilla que ya se me está volviendo tedioso tener que tragarme la mentira de ser amigos y no algo más, como también en olvidar lo que sucedió hace casi tres semanas.

—Él siempre estuvo enamorado de ti —supe de quien empezó a hablar.

—No, no es así. —Ella me miro de reojo. —Es una obsesión que tiene conmigo.

Observé como empezó a mover de forma muy volátil su pierna, tanto que hasta empezó a morderse las uñas mientras que respira profundo para soltar en un corto tiempo, el aire.

— ¿A qué has venido? —Me pregunta con una actitud muy ansiosa.

¿Por dónde comenzar? He venido aquí porque sé lo que Tomislav te hizo o que necesito que me ayudes en la corte a testificar contra él para mandarlo a la cárcel por lo que nos hizo a ambas... No, creo que eso sólo la aturdiría más y probablemente se termine asustando logrando que se ponga histérica hasta echarme de su hogar porque no sabrá cómo lidiar con sus propios demonios al recordar ese evento tan traumático que la ha dejado marcada durante estos dos años en los que se ha podido ver que no ha prosperado.

Jefe, tendré un hijo suyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora