Capítulo 2: Luna menguante.

2K 234 10
                                    

—¡Si no piensas hablar menos tendrás derecho a comer algo!—le gritó Trevor

—¡Trevor!—le riñón Sypha

Hanzel estaba en el carruaje, con las manos amarradas y los tobillos en el mismo estado, el estómago le rugió cuando del aroma a cordero asado le rozó las fosas nasales.

—. Creo que por primera vez estoy un poco de acuerdo con Belmont—comentó Alucard

—. Quizá si tuvieran más tacto, ella hablaría, ¿No creen?—sugirió Sypha

—¿Me exiges que vaya y la persiana para que hable?—arqueó una ceja Trevor

—. No pero quizá puedan negociar—ladeo la cabeza Sypha—. Deben de entender que...

—¡Oye! ¿¡A dónde crees que vas?!—exclamó Alucard

Hanzel iba a duras penas saltando para escapar de aquellos 3.

—¡No tan rápido, su alteza!—señaló Sypha

Pero Hanzel no dió vuelta atrás, apenas vio el ataque de Sypha y aprovecho el instante para soltarse de los tobillos.

—¡Sypha!—le gritaron los dos hombres

Pero se sorprendieron al ver que Sypha no había usado si quiera su magia..

—. Puede que al final lo único verdadero es que es una bruja—murmuró Alucard—. Yo me encargo.

Pero apenas se movió el, Hanzel había alzado un muro minúsculo de llamas, siguió corriendo perdiéndose en la maleza, la luna iba iluminando su camino; entonces, solo quedó una cosa. Silencio.

Comenzó a tratar de desatar la cuerda de sus muñecas, pero apenas lo intento y una mano se las sujetó por encima de su cabeza. Alucard, con casi dos metros de altura, sus botas estaban alineadas con las suyas, Hanzel jadeo ante la fuerza en que la sujetaba.

—. Tienes dos opciones, morir aquí o confesar tus intenciones—dicto el chico mitad vampiro

Hanzel lo miro con recelo, Alucard al ver que ella no respondió le sujetó el mentón abriendo paso a su cuello.

—. Vaya forma de pagar la hospitalidad que se te brindo—añadió el rubio

—. No puedo decirlo—confesó Hanzel—. Tienes que dejarme ir si quieres que tu amigo cazador y la orador vivan—advirtió

Alucard la miro extrañado, esa chica era humana, claramente, ¿Pero por qué aseguraba aquello?

—¿Quien es?—le preguntó entonces Alucard al oido—. Dímelo ahora. Así como me llamaste antes de morir.

La chica tembló, ¿De verdad había llamado al hijo de Drácula?

—. Carmilla—musitó en un hilo de voz—. No me muerdas, porque aún así no moriré y de ser convertida solo seré lo que ella espera.—Alucard se sorprendió ante la confesión—. No quiero que muera más gente por mi culpa—dijo con la voz cortada Hanzel y las lágrimas rodeandole las mejillas—... Así que por favor, dejad que me vaya, por vuestro bien.

—. Solo me estás dando razones para que no te deje ir, mujer.—contestó Alucard—. Desde un inicio.

Bacio scarlatto (Alucard y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora