Capítulo 4: No solo vampiros.

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La corte creaba certidumbre frente a Drácula, Isaac y Héctor defendían a capa y espada al vampiro a cargo del genocidio que estaba llevando a cabo.

—¡No, no! ¡Drácula es quien dicta las órdenes, tu no!—bramó Héctor

—¡El sabe lo que hace, no rompas las reglas!—añadió Isaac

Y entonces todo quedó en silencio cuando las puertas se abrieron de golpe; Carmilla había llegado. Sus tacones resonaron en el salón.

—. Fuiste convocada anteriormente, ¿Por qué tardaste tanto?—le habló Drácula desde su lugar

Carmilla no se había inmutado ni si quiera a mirarle, sabía que iba a perder el tiempo planeado; pero era la única forma de llegar hacia "ella".

—. Tuve algunos inconvenientes—respondió al formal saludo de Drácula—. Pero veo que no me necesita... Mi señor.—alzó el rostro

—¿De verdad fue por eso?—inquirió Drácula

—. Eso y voy detrás de un gato que se escapó—la mayoría la miro como una rareza en ese lugar

—¿"Un gato"?—repitió extrañado Drácula

—. Así es....—le costo soltar la siguiente palabra—. Mi señor. Me han estado informando de la situación, pero hay algo que no comprendo.

—¿Que, Carmilla?—Dracula la miro con recelo

—. Se casó, tuvo un hijo, ¿Y nunca la convirtió?—Carmilla arqueó una ceja—. La verdad deja mucho que pensar.

Drácula al instante enfureció; la silla vibró bajo sus manos.

—. Hablemos en privado.

Toda la corte se mantuvo en silencio, hasta que Carmilla siguió la orden del vampiro reconocido por sus cientos de asesinatos y sus peculiares advertencias para alejarse del castillo. Miles de cosas se decían sobre lo atroz que llegaba a ser, unas exageradas y otras reales, aunque era difícil diferenciarlas.

La mujer cruzo el umbral del estudio de Drácula, lo vió ahí, sentado, agotado, confundido e incluso vulnerable. A Carmilla le causó asco y lastima, incluso coraje. Inhaló y se acercó hasta el.

—¿Si?—espetó Carmilla

Pero el no respondió, para sorpresa de el y de ella misma, logro evitar poner los ojos en blanco.

—¿Si, mi señor?—esta vez incluso su voz fue más dulce

—. Que bienvenida tan dramática, ¿No crees Carmilla?—Dracula posó sus manos cerca de sus labios

—¿Lo ve así usted?

—. Es un hecho.

Carmilla bajo la vista y soltó una ligera risa.

—. Me disculpo—aunque sonó más a burla la disculpa de la vampiresa

—. No es necesario, mejor dime, ¿Que fue eso?—cuestiono Drácula en cuanto a lo que había dicho Carmilla—¿Por qué la curiosidad sobre mi esposa?

—. No es solo mía, mi señor—respondió suavemente Carmilla—. Es de todos, yo solo expuse las cuestiones de mis compañeros.

—¿Y bien? ¿Lo de tu; "gato"?—ironizo la palabra Drácula

—. Solo era para añadir más conmoción...—mintió Carmilla

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Carmilla entro al escuchar a Héctor trabajar, había un perro sin un ojo y con las costillas al descubierto.

—. Debe gustarte tu trabajo para hacer esto.—le hablo la mujer—. Héctor, ¿No es cierto?

Héctor la miro sobre su hombro, frunció apenas el ceño ante la presencia de Carmilla

—¿Que opinas sobre todo esto, Héctor?—añadió la mujer al ver que no respondió

—¿Sobre?—apenas respondió Héctor

Ella ya estaba a su lado, Carmilla posó su mano encima de la mesa de trabajo de Héctor.

—. Esto—ella señaló con la cabeza una de las bestias de Drácula—¿Te gusta?

—. No tengo resentimiento alguno por los de mi especie, así que no me interesa en absoluto—admitió Héctor

—. Ya veo...—ella le pasó la mano por el rostro—. Es tan común ver a humanos odiarse entre si, pero ver qué uno cumple lo que dice...—ella se alejó—. Es realmente peculiar.

—. No parece muy diferente con los vampiros—se defendió Héctor

Carmilla soltó una carcajada que retumbó en el lugar.

—. Creo que podrías llegar agradarme... Maestro forjador.

Bacio scarlatto (Alucard y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora