Te haré feliz.

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Clark nos esperaba en la recepción.
- Sam está en la sección B de urgencias, Margarita está con él. No logré escucharla más y empecé a correr, detras de mí venía
Christian. Dos enfermeras entraron a la habitación,  Margarita no podía hablar. Intenté consultar con las enfermeras, pero ninguna dijo nada. Mis lágrimas aun  caían, me estaba muriendo, no sabía nada de mi hijo.  Quise entrar en la habitación cuando una mano tomó con fuerza mi brazo y quedé pegada en el pecho de Christian... llorando. Me abrazó con fuerza. Caí al suelo como un trapo, pero aun así Christian no me soltó. Christian aun me abrazaba  cuando salió el doctor. Margarita se asomó, con los ojos rojos de tanto llorar.
-¿Cómo está?- pregunte veloz.
-Por suerte llegó a tiempo. Está descansando. Cuando el doctor habló mis lágrimas caían aún más veloz, pero pude suspirar aliviada.
-Puedo pasar?- pregunté. Solo quería verlo para comprobar que mi hijo estaba bien.
-No, aún no. Dentro de un momento le avisaré. El doctor se marchó. Me senté a la par de la puerta en tanto Christian y Margarita se sentaron junto a mí. Christian ofreció un café que acepté, aunque no supe en qué momento fue a buscarlo.
-Estará bien- susurró Christian. Asentí con la cabeza.
-Gracias- le respondí en un hilo de voz.
-¿Quieres llamar al padre?- dijo extendiendo su celular.
-No, gracias Sam no tiene papá- respondí mientras tomaba de la mano a Margarita, quien aguardaba silencio.
-Lo siento- bajó su cabeza avergonzado-Sam es muy especial
-Si es un pequeño encantador- aseguró Margarita.
-Así lo es- confirmé yo.
-¿Señorita Rosie?- llamó una enfermera.
-Si soy yo- me puse de pie rápidamente.
-Ya puede pasar- me regalo una media sonrisa y se marchó. Inmediatamente entré. Christian y Margarita venían detrás de mí. Al entrar en la habitación lo vi allí recostado, descansando.
-Mi pequeño, mami te ama mucho- susurré entre lágrimas. Christian estaba junto a mí, y Margarita del otro lado de la cama observaba al niño.
-¿Mami?- susurró Sam tratando de abrir los ojitos casi sin aliento.
- Hola amor- me acerque aún más a él, le deposité un beso en su frente y él sonrió.
-Hola Sam- saludó Margarita. El pequeño le regalo una sonrisa.
-No llores mami ya estoy bien- aseguraba tratando de mover su cabeza observando la habitación.
-Hola, campeón- Christian saludó revolviendo su cabello.
-Hola Christian ¿luego podemos pintar?- miro a Christian con una sonrisa.
-Si campeón, pero ahora descansa. Que nosotros estaremos aquí.
Aunque insistí en que Christian se fuera no se movió, pero logré que Margarita se fuera a casa a comer y descansar. Con Christian pasamos la noche en el hospital. Al día siguiente Margarita no pudo venir a ver a
Sam porque debía ir a trabajar. Justo al mediodía le dieron de alta.
Estaba mejor, aunque debía descansar mucho. Christian nos llevó, al departamento, subió con nosotros y como era él quien cargaba a Sam en brazos, lo depositó suavemente en la cama. Regresamos a la pequeña sala
del departamento. Christian continuaba allí. -¿Quieres beber algo?- pregunté. Temía que se sintiera incómodo porque era claro que nuestro departamento no se parecía ni a la recepción del suyo.
-Un café si no es molestia- dijo mirándome. Me dirigí a la cocina y preparé dos cafés.
-Tomá. Le entregue su café y tomé asiento en el mismo sillón que él. Él asintió con la cabeza.
-Gracias por acompañarme en este momento. Mis palabras se entrecortaban aún por la angustia.
-No tienes que agradecerme- susurró girándo su rostro para mirarme mejor con una pequeña sonrisa. Bebió su café.
-Ya me debo marchar. Dejó su taza de café en la mesita,y se puso de pie.
-Si está bien. Algo oprimió mi pecho. -Te acompaño.  Parpadeé muchas veces, él asintió con la cabeza y nos marchamos hacía la puerta, quedó cerca de mi
observándome con sus ojos azules que eran tan invasores como él. Bajé la vista.
-Gracias- susurré una vez más.
-No agradezcas, llámame si necesitan algo me marcas, tienes mi número.
Eso había sonado más como una orden que como un decir. Asentí con la cabeza. Levantó su mano y la estrechó suavemente con la mía. Sentí ese contacto y me
tensó por completo, pero el sonido de celular interrumpió el momento.
-Adiós- se despidió por última vez y se marchó. Cerré la puerta y me dirigí a ver a Sam, observé que aún descansaba, me fui a duchar rápidamente, salí y justo llegó Margarita.
-Hola Rosie, ¿cómo está? - preguntó con preocupación.
-Hola Margarita, está descansando. Ella se dirigió a la habitación y se asomó al pequeño. Yo estaba junto a ella.
Se giró y me abrazó muy fuerte... eso me reconfortó mucho. Estos ataques me daban terror y a ella igual.
-Disculpa por no haber estado contigo hoy.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. La abracé sin decir ni una sola palabra.
El viernes fui a trabajar. Sam ya se en contraba bien, así que Margarita lo llevó al colegio. Carmen no dejó de preguntar por Sam y yo no dejé de decirle que Sam estaba bien. Así empecé a trabajar cuando Tania llegó, la insulté para mis adentros. Me miró con asco, como de costumbre y se dirigió a la habitación de Christian. Yo continué limpiando. Prefería que me mire con asco y que  no me dirija la palabra porque ni con licor lograba pasarla. Christian en ningún momento salió de su habitación y cuando salió ni me saludó. Era extraño, pero cualquiera pensaría que estaba pendiente de sus acciones. Cuando regresé del trabajo un número desconocido me llamaba.
-¿Hola? - saludé, pero no respondían del otro lado de la línea hasta que oí...
-Hola, Rosie ¿Eres tú? -preguntaban con cierta emoción en la voz.
-Si- susurré pensando en quien podría ser.
-Soy Lucas-respondió amablemente. Lo recordé era Lucas mi ex vecino, un gran amigo, siempre fue muy bueno conmigo.
Te mudaste.
-Si y tú ¿Cómo estás, de dónde sacaste mi número? .Me arrepentí de haber preguntado, eso fue muy abrupto.
-Ya luego te explico Rosie, ahora te dejo luego te hablo- cortó la llamada.
Estos días Sam estuvo muy bien, pasaron dos semanas y Sam debía acompañarme al trabajo.
-Buenos días pequeño. Rosie- saludó Carmen con un leve movimiento de cabeza. Yo le sonreí.- Pasen, pasen.Se hizo a lado para permitirnos entrar.
-¿Desayunaste Sam?- preguntó Carmen curiosa. Me parecía ser muy atenta y agradecía eso.
-Si mami hizo leche con chocolate- respondió alegremente.
-Qué delicioso, espero que hayas tomado todo para estar muy fuerte.
Yo observaba como ellos charlaban, se llevaban muy bien.
-Sam cariño siéntate allí, ya regresaré- le dije acercándome a él.
-De acuerdo mami- me regaló una sonrisa y continuó charlando con Carmen. Empecé a limpiar pasó una hora y la puerta de la habitación de Christian se abrió, salió y se
dirigió a Sam.
-Hola Sam- elevó su voz. Sonaba alegre.
-Hola señor Christian- saludó el pequeño.
-¿Cómo estás Enano?- tomó asiento a la par de Sam
-Bien- respondió y le sonrió.
-Me alegro Sam! ¿Quieres ir conmigo a un lugar que sé que te gustara?
Cuando escuche eso mi corazón se aceleró. Él era un extraño no podía dejar a Sam que se marchara con él.
-Mami ¿puedo ir con el señor?- el niño ya se
encontraba junto a mí.
-Ehhh... Sam cariño- intentaba responder, o trataba de buscar la manera de decir que no.
-Tranquila estaremos aquí en dos horas. Eso me parecía una eternidad. Observé a Carmen quien seguía todo desde cerca.
-Mami por favor ¿puedo?- volvió la voz. Pero, esta vez en un tono de suplicante. Miré al pequeño que me sonreía. Me arrodillé para quedar a su altura, deposité un beso en su hermoso rostro y con un gesto me resigné.
-Si- solté  con miedo.
-Me preparo y vamos- dijo Christian dirigiéndose a su habitación y en unos minutos salió con una remera verde moho pegada a su cuerpo musculoso y a sus fuertes brazos, unos pantalones deportivos color negro.
-Adiós mami- se despidió Sam con un beso. -Cualquier cosa haces que me llamen cariño. Él asintió y tomó la mano de Christian y así se marcharon. Yo ni siquiera
sabía a dónde. Capaz lo secuestraria, me estoy volviendo paranoica me dije a mi misma y continué con mis tareas. En una hora terminé. Aún faltaba para que Sam regresara y aún más, para que me marchara.
-Rosie- llamó Carmen.
-Si señora, ¿qué necesita?- le pregunté parándome frente a ella.
-¿Terminaste?- su voz sonaba extraña o tal vez era yo la que creyó eso.
-Sí- respondí con miedo, temía que hubiera hecho algo mal.
-Ven, toma asiento- ordenó y yo obedecí. Me senté en una de las sillas de alrededor de la mesa de la cocina. -Ten café. Me sonrió y yo lo acepte bebí un sorbo.
-¿Estás preocupada por Sam?- ella hablaba mientras también se sentaba.
-Sí, es que Sam es lo que más amo en el mundo y temo que algo le suceda. Confesé rápidamente ya que esa señora me daba mucha confianza.
-Estará bien. Lo prometo- aseguró y luego bebió un sorbo de café- Me recuerdas a mi ¿sabes?- dijo aquello sonriendo.
-¿Por qué?- pregunté con mucha curiosidad.
-Christian y Mili son mis nietos. Yo los críe, su madre murió en un accidente cuando ambos eran muy pequeños y su padre estuvo con ellos, pero ellos se aferraron mucho a mí. Los amo con todo mi corazón y daría mi vida por ellos.
-Lo entiendo, Sam es mi vida- hablé emocionada por el amor que transmitían sus palabras.
-¿Y qué pasó con el padre de Sam?
Sentí una punzada en mi corazón, bajé la vista y luego de unos minutos decidí contarle.
-Sam no tiene padre, es mi hermano, mamá lo abandonó recién nacido. Yo tenía dieciséis años. Papá nos maltrataba mucho, era violento por ingerir drogas... la casa era cada vez más peligrosa. Mientras hablaba mis lágrimas empezaron a caer. Tomé valor y continué. Decidí marcharme de casa con Sam que tenía apenas tres meses allí conocí a Lila en su negocio. Ella nos dio una habitación, terminé mis estudios y trabajé para pagar los alimentos. Me hice cargo de Sam. Luego me entere que papá murió o mejor dicho lo mataron. Así Sam se convirtió en mi hijo y yo en su mamá.

Siempre juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora