Festival de otoño

1.1K 55 97
                                    

La habitación del avaro estaba en total silencio, solo pudiendo escucharse el sonido de la regadera proveniente del baño, a pesar de haber pasado ya dos días desde el "accidente", Greed-ler no había dado señales de vida y tampoco le apetecía hacerlo. Las cosas de Once-ler seguían donde mismo, sobre el escritorio y su cama, mientras que la del avaro estaba despojada de las cobijas y almohadas, estando estas ultimas en el piso.

El de ojos verdes miraba un punto inexistente en la loseta de la regadera, se encontraba sentado bajo el chorro de agua, recargado en la pared e inclinado levemente hacia el frente, con la ropa puesta. El agua helada lo empapaba, la ropa pegada a su cuerpo, haciéndolo temblar por el frio que sentía desde hace ya varias horas.

Después de haber dejado a Once-ler en la habitación de Tedd, su momento de lucidez amenazó con irse, permitiendo que esos pensamientos perversos volvieran a su mente. Por poco y salió a recuperar a su pareja para arrástralo de vuelta a su cuarto y satisfacer su necesidad, necesitaba alejar esos pensamientos e hizo lo posible por conseguirlo.

En un primer intento golpeó su cabeza contra la puerta que llevaba al pasillo, pareció funcionar y lo volvió a hacer, se detuvo luego del cuarto golpe al notar que el problema en sus pantalones seguía allí. Su segundo intento fue caminar por la habitación, tratando de entretenerse para evitar pensar en el cuerpo de Once-ler, pero su erección seguía sin querer irse aun después de dos horas de ejercicios.

Sus piernas dolían y los golpes en su cabeza le hacían sentir un leve mareo, los malos pensamientos se habían marchado, siendo guardados de nueva cuenta, ahora el problema era solo su erección. Podría masturbarse, pero estaba seguro que eso no funcionaria, solo lo haría volver al inicio y eso era peligroso para Once-ler. 

Intentó ignorarlo, durante dos días distrajo su mente, pasando horas dormido o perdiendo el tiempo con su teléfono. Como ultimo remedio se había metido a la regadera, dejando que el agua helada hiciera su trabajo, y después de un largo día bajo el agua ya se sentía bien, pero su mente solo podía pensar en una cosa: Once-ler.

Lo había arruinado otra vez, si lo hubiera hablado desde antes nada hubiera pasado, el y Once-ler hubieran ideado un plan en caso de necesitarlo, un remedio para que el de ojos azules estuviera a salvo, con Tedd y Audrey atentos a cualquier indicio que indicara que él estaba recayendo. Pero el hubiera no existe.

La puerta de su habitación se abrió, causando que cerrara los ojos. No quería escuchar un sermón por parte de El Lorax, ya se sentía fatal como para agregar mas sal a la herida.

-Te ves...lamentable.-Greed levantó la vista, sorprendido a ver a Tedd recargándose en el marco de la puerta.-Deberías de cerrar la llave, vas a enfermarte si sigues ahí. ¿La sangre en la puerta es de..?

-Es mía...-llevó una mano a su cabello, haciendo a un lado el mechón que seguía pegado a su frente, mostrando un corte.

-¿Entonces Once-ler no sufrió daños?

-A parte de morderlo, no. No lo golpee si eso quieres saber. ¿Cómo esta Oncie?

-Mejor. Dejó de llorar luego de unas horas. Se tomó estos días para descansar, Audrey esta con el ahora mismo. El Lorax se encargó de sus clases.

-Bien. ¿Qué haces aquí?

-¿No puedo venir a ver a mi amigo?-Lo miró confundido, ¿Desde cuando eran amigos? El castaño pareció leerle la mente, torciendo un poco la sonrisa, formando una mueca.-Escucha, me salvaste de la loca y te has comportado bien durante medio año, además, te detuviste. Le metiste un buen susto a Once-ler, pero no le hiciste nada más. Lo alejaste de ti y lo llevaste con nosotros, eso ya dice mucho de ti.

Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora