La otra cara de la moneda

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Una hora antes del ataque de Artemisa, en alguna cafetería de París.

Lila Rossi ingresó al local utilizando una gabardina, lentes oscuros y una gorra de baseball. El lugar estaba casi vacío; solo había un hombre de unos veintitantos, sentado en la última mesa. Al verificar que no hubiera nadie cerca que pudiera reconocerla, se deslizó en el asiento frente al hombre, quien, al ver el atuendo de la chica, tuvo que contener una carcajada; al parecer, alguien había visto demasiadas películas de mafiosos.

- Señorita Rossi, es un placer verla nuevamente. - Saludó con una leve inclinación de cabeza. Al escuchar su apellido, la italiana se tensó.

- ¿Cómo sabes mi nombre? - Esta vez, el hombre no pudo evitar soltar una carcajada.

- Sería un periodista mediocre si no fuera capaz de averiguarlo.

- En ese caso, espero que tengas algo bueno. - Replicó Lila, con un gesto altanero que trataba de ocultar su repentino temor; tenía la esperanza de llevar a cabo su plan desde el anonimato.

- Bueno, señorita Rossi, creo que estará más que satisfecha con los resultados de mi investigación. - Mientras hablaba, sacó de su mochila un sobre beige y lo deslizo hacia la italiana. Justo cuando la chica se disponía a abrirlo, apareció una mesera para ofrecerle una carta. Molesta por la interrupción, la italiana la rechazó de forma bastante grosera. En cambio, el hombre pidió un capuchino y panqueques.

- Los capuchinos de este lugar son realmente buenos. Deberías probarlos. - Comentó el periodista en tono casual. Pero Lila no lo estaba escuchando, pues toda su atención se encontraba en el contenido del sobre. Mientras veía las fotos, una sonrisa sádica se formó en su rostro. Al verla, su acompañante sintió un escalofrío.

Cuando Francis Beauchene recibió un correo anónimo ofreciéndole una cuantiosa suma de dinero por investigar a una chica, creyó que se trataba de alguna especie e broma de mal gusto, pero tras recibir un adelanto, supo que, quien fuera que estuviera al otro lado de la pantalla iba en serio. Poco tiempo después, se había reunido con su clienta en un parque, donde recibió un sobre con los detalles del trabajo. Aunque Lila Rossi había hecho algunos patéticos intentos por ocultar su identidad, no había utilizado intermediarios, posiblemente en un intento de dejar menos cabos sueltos. Le parecía una exageración para tratarse de una investigación hacia una joven aparentemente ordinaria, pero ahora, debía admitir que esa tal Marinette Dupain-Cheng era una persona bastante interesante.

En su escasa edad, la joven franco-china había ganado varios concursos de diseño organizados por el famoso diseñador Gabriel Agreste, había diseñado algunos accesorios y la portada del álbum de Jagget Stone, a demás de participar en un video de Clara Ruiseñor; verdaderamente, era una chica extraordinaria, pero todo eso era insignificante comparado con los descubrimientos que había realizado en las últimas semanas. En primer lugar, esa chica parecía tener alguna especie de relación con el prestigiado modelo Adrien Agreste... Y en segundo, certeramente existía algo entre ella y el héroe de París, Chat Noir. Durante varias noches había visto al héroe ingresar a la habitación de la chica, para abandonarla antes del amanecer. A demás de esa fotografía en la que la chica abrazaba al joven semidesnudo. Una parte de él sentía lástima por la joven, pero el trato estaba hecho.

- Debo admitirlo. Realmente eres bueno... Pero quiero que continúes espiándola un par de semanas más antes de publicar las fotografías; tengo el presentimiento de que podemos encontrar algo mejor. Por supuesto, te pagaré por el trabajo extra.

- Un momento... ¿Quieres que publique las fotografías? - Preguntó Francis, sorprendido. Tenía la idea de que se trataba de una investigación privada.

- Por supuesto. Quiero que todo París... No, todo Francia, se entere de la clase de zorra que es Marinette Dupain-Cheng.

Por un momento, Francis se sintió culpable; si esas fotos se hacía públicas, no solo metería en problemas a la chica, sino también a Chat Noir... Pero por otro lado, su trabajo como periodista era hacer llegar al mundo la verdad, ¿no? Esa nota no solo lo llevaría a la fama; probablemente podría obtener un más que merecido ascenso, sin contar que, la suma de dinero que le estaba pagando la italiana era suficiente para liquidar su deuda universitaria.

Al parecer, eso era todo lo que la italiana necesitaba, pues se levantó de la mesa como si esta quemara.

- Te haré llegar las siguientes instrucciones durante los próximos días. - Y tras terminar de hablar, abandonó el establecimiento.

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Esa mañana, parecía que algo dentro de Marinette se había apagado. Parecía especialmente distraída, como si su mente estuviera en un lugar muy lejano, y por más que Adrien tratara de traerla de vuelta, nada de lo que hiciera parecía ser suficiente. Cuando, a media noche, la visitó como Chat Noir, seguía igual de ausente. El rubio sospechaba que tenía algo que ver con la batalla del día anterior; a pesar de no recordar lo sucedido, había leído la crónica de la batalla en el Ladyblog durante la tarde anterior. En parte, entendía el sentimiento de Marinette, pues ambos habían fallado... Pero en todo caso, la culpa era suya, por no ser lo suficientemente cuidadoso, no de su Lady. ¿Por qué no podía entenderlo? Mientras curaba sus heridas, notó que algunos de los cortes de la espalda eran frescos. No eran tan profundos, pero aún así, sintió como si algo dentro de él se rompiera. Ninguno de los dos comentó algo al respecto.

Tres días después

Adrien jugueteaba nerviosamente con los boletos de cine dentro de su bolsillo. Curiosamente, no le había costado trabajo conseguir el permiso de su padre, pero se había roto la cabeza tratando de pensar en alguna especie de "cita" con Marinette accesible para ambos, que no tuviera un contexto demasiado romántico (pues, al menos en su forma civil, se suponía que solo eran amigos) y con la que ambos se sintieran cómodos... Necesitaba animarla de alguna forma, pero como Chat Noir, solo podía estar a su lado durante las noches. La tarde anterior había conseguido el permiso de los padres de Marinette sin que ella lo supiera; quería que fuera una sorpresa. Y vaya que lo fue; cuando, antes de iniciar la clase, le mostró los boletos y le dijo que ya tenía el permiso de sus padres, la sonrisa que la chica mostró le hizo olvidarse del mundo. Estaban tan abstraídos en su pequeño mundo que ninguno de los dos notó la mirada cargada de veneno que Lila les envió.

Les voy a dejar la nota de autora original de cuando publiqué esto en ff (hace más de un año). Por favor, no juzguen (?)

"¡Hola! Mientras escribo esto, estoy realmente ebria jajajajajaja. La verdad, es uno de los métodos más eficaces que tengo para enfrentar mis bloqueos creativos. Supongo que entenderán, al menos por este capítulo, la razón de cualquier error de ortografía o redacción. Quería escribir más, pero tengo que dormir.

Estamos acercándonos al verdadero climax de la historia, pero no sé si pueda actualizar seguido (entre la universidad, el trabajo que comencé hoy y mi depresión de a devis, probablemente se complique... Ser adulta es un asco).

En fin, subiré este capítulo antes de arrepentirme."

DescensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora