Tercer Acto

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Esa noche, las pocas horas de sueño que Adrien pudo obtener, fueron bastante intranquilas. Tuvo varias pesadillas, todas relacionadas con Marinette: Marinette convirtiéndose en cenizas, Marinette siendo akumatizada, Marinette cubierta de sangre... Y cada que cerraba los ojos esas imágenes lograban colarse nuevamente bajo sus párpados. Tal vez tener a la chica a su lado hubiera ayudado a calmar sus miedos, pero esa noche, su novia le había dicho que quería estar a solas, así que se había visto obligado a volver a su fría habitación.

El poco tiempo que estuvo con la chica, la notó nerviosa. No le había hablado del beso que había recibido de su forma civil. ¿Acaso no confiaba en él lo suficiente? ¿A qué le temía? ¿A que se enfadara con ella, a pesar de que no era su culpa? ¿O a que tomara represalias contra Adrien Agreste por atreverse a besarla? No tenía idea, y no había forma de preguntarle directamente sin revelar su identidad. En ese momento, se odiaba por el predicamento en el que la había metido.

Esa tarde la había besado, y aunque la joven lo había apartado rápidamente, el daño ya estaba hecho. Nunca olvidaría el miedo y la confusión que su rostro había reflejado antes de salir corriendo. Trató de llamarla, pero no respondía, así que le envió infinidad de mensajes, diciéndole que era un idiota, que lo disculpara, que no quería perder su amistad por un impulso de idiotez. Finalmente, había respondido con un solo mensaje, diciendo que no había problema, que solo fingirían que eso no había sucedido, pero sabía que mentía.

Su alarma sonó, anunciando que esa tortuosa noche había finalizado, a pesar de que aún no se asomaran los primeros rayos del sol. De mala gana, se puso de pie.

Hizo su rutina matutina en modo automático. Estaba hecho un manojo de nervios, porque sabía que, cuando llegara a la escuela, ella estaría allí, y tendría que enfrentarse a su estupidez.

Plagg le había dicho que lucía espantoso, y le había dado la razón. Un poco de maquillaje le ayudó a borrar las marcas del insomnio; no quería tener que darle explicaciones a Nathalie, y por consiguiente, a su padre.

Tras desayunar sin apetito, había llegado la hora de dirigirse a la escuela. El camino le pareció eterno; nunca había tenido tanto miedo y a la vez, tantas ansias de ver a Marinette. Cuando llegó, la encontró en el lugar de siempre, al fondo del salón. Tomó aire, y se sentó a su lado en silencio, sin saber muy bien que decir. No pudo evitar notar que la chica se tensó ante su cercanía.

-Marinette... Yo... De verdad, siento mucho lo que pasó ayer. No debí besarte de esa forma. Entiendo si estás molesta conmigo, pero solo quiero que sepas que...

- No te preocupes. - Respondió la chica, interrumpiéndolo con una sonrisa forzada. - Solo finjamos que eso jamás pasó.

Poco a poco, el salón se fue llenando. Trataron de conversar como siempre, pero el ambiente se sentía forzado. Ambos deseaban que, con el paso de los días, las cosas se fueran suavizando hasta volver a ser como antes. Mientras Adrien se disculpaba, Marinette casi había soltado una carcajada amarga ante lo irónico de la situación; un año antes, hubiera sido la chica más feliz del mundo por ese beso, pero ahora, la hacía sentirse sucia. No podía quitarse la impresión de que había traicionado a Chat, a pesar de que Tikki había tratado de convencerla de que ella no había hecho nada malo: fue Adrien quien la besó. Pero tampoco podía culparlo. ¿Cómo podía saber que estaba en una relación con el héroe de París? Ni siquiera por ser su mejor amigo podía confiarle ese secreto. Aún no entendía en qué forma podía haberle enviado la señal de que ella deseaba algo más que una amistad. En el mejor de los casos, sabía que, a partir de ese momento, debía guardar una mayor distancia con Adrien.

La case estaba por comenzar, y el profesor comenzó a pasar lista. Su mente estaba demasiado ocupada como para prestar atención en la clase, así que cuando dijeron su nombre respondió por inercia.

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