Sala de espera

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Irrumpió como un torbellino en la sala de emergencias del hospital con Marinette en brazos. Su traje estaba empapado, tanto de agua como de la sangre de la chica que amaba. A pesar de que el hospital estaba tan solo a unas calles de la panadería, había sentido que el trayecto era eterno.

- ¡Por favor! ¡Ayúdenla! - gritó, con la voz desgarrada por el miedo. Marinette estaba helada e incluso más pálida que hace unos minutos, a demás de que sus labios estaban azules.

Todo a partir de ese momento fue muy confuso. Un médico gritó por una camilla y le ordeno depositarla en ella. Hubieron muchos gritos, pero solo alcanzó a distinguir algunas cosas. Que aún había pulso, pero que éste era muy débil y rápido. Eso significaba que no estaba muerta, como había temido, aunque eso no ayudó a calmarlo ni un poco; logró distinguir entre toda la jerga médica algunas palabras, como "shock hipovolémico" e "intento de suicidio". Luego se la llevaron por un pasillo, a donde no lo dejaron seguirla. Le hicieron algunas preguntas: Cómo y dónde la había encontrado, hace cuánto, su nombre, su edad y el número de sus padres. Respondió de la forma más coherente que pudo. No tenía el número de sus padres, pero los localizaron mediante el teléfono de la panadería. Estuvieron allí en unos minutos, desesperados, preguntando por el estado de su hija.

Chat Noir quería gritarles, decirles que todo eso era su culpa, que las señales habían estado allí desde hace meses, a plena vista, y solo él había tratado de hacer algo para contenerla. Pero los vio tan destrozados, tan sumidos en su dolor que no se sintió capaz de hacerlo. Pronto se quedaron solos los tres en la sala de espera; el médico se había ido para tratar de salvar la vida de Marinette. Sabine sollozaba en voz baja, mientras su esposo, igual de roto que ella, trataba de ser fuerte por ambos.

Ahora, un poco más calmado, comenzó a reflexionar sobre la situación. "Ladybug estará furiosa conmigo cuando se entere de que revelé mi identidad" pensó. Luego recordó que Ladybug estaba al otro lado de ese largo pasillo, debatiéndose entre la vida y la muerte. Pero ella viviría, tenía que vivir. La conocía; era fuerte e ingeniosa; burlar a la muerte era algo hacían juntos, todo el tiempo, pero ella le había enseñado que siempre había una solución para todos los problemas. ¿Entonces, por qué había tomado esa decisión? Ahora no importaba; lo hablaría con ella cuando despertara.En ese momento debía de tratar de controlar la situación, como lo haría ella; así, no estaría tan molesta con él. Tenía que irse; como Chat Noir, estaba llamando demasiado la atención. Tom observó en silencio como abandonaba la sala en silencio, como Chat Noir, para volver unos minutos después como Adrien Agreste y ocupar el mismo asiento.

Esperaron por horas, en silencio. El teléfono de Adrien comenzó a sonar insistentemente, pero él decidió ignorarlo. Seguramente era Nathalie, pero no pensaba moverse de ese lugar hasta tener noticias de Marinette. Media hora después, la mujer llegó. En cuanto lo vio, una expresión de alivio se reflejó en su frío rostro por unos segundos.

- ¿Cómo me encontraste? - Preguntó, sin emoción en la voz.

- Te esperé en la entrada de la escuela, pero como no aparecías, pregunté por ti a tus compañeros. Me dijeron que saliste corriendo sin decir nada, incluso dejaste tu mochila, así que rastré tu teléfono. ¿Qué haces aquí? ¿Sabes el susto que nos llevamos al darnos cuenta de que estabas en el hospital? Tu padre casi llama a la policía. - Por su expresión, podía deducir que la asistente de su padre estaba molesta, aunque saber que se preocupaba por él lo conmovió un poco.

- Marinette intentó suicidarse. - Dijo a modo de respuesta. Ante tal declaración, dicha por primera vez en voz alta, toda la sala pareció quedar en silencio, el cual fue roto únicamente por un sollozo más fuerte por parte de Sabine.

-Oh. - Pudo murmurar Nathalie después de un par de eternos segundos. - Hablaré con tu padre. - Y acto seguido, desapareció por el pasillo.

Gabriel Agreste llegó al lugar, para sorpresa de Adrien. Se veía muy incómodo, pero aún así, estaba allí. Y para su sorpresa, no era para regañarlo. Trató de ofrecer algunas palabras de consuelo para los padres de la chica, aunque nadie sabe bien qué decir en esa clase de situaciones.

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