Nota: Escuchar la canción en el corte de escena.
Eileen Calwell
Abrí mis ojos con pesadez y solté un bostezo involuntario. No sabía en qué momento me había quedado dormida y tampoco sabía cuándo se había marchado Emmanuel de la habitación.
Suspiré y me acomodé en la camilla a la espera de cualquier persona que deseara entrar a la habitación, mientras intentaba ordenar los pensamientos en mi cabeza. Me sentía bien por haber solucionado finalmente mi conflicto con Emmanuel, pero ahora había otra cosa que carcomía mi cabeza. Mis sentimientos.
Me había negado a la posibilidad de pensar en alguien o algo más que se saliera de la línea de mi enfermedad, pero eso era difícil cuando se tenía a un moreno merodeando por ahí. Si bien, Alessandro no hacía mayor cosa al estar conmigo, no podía evitar sentirme bien con su compañía. Bastante bien para mi gusto.
Me era casi imposible no pensar en él, cuando había muchísimas cosas que me lo recordaban. Y ¿qué lo había empeorado todo? El estúpido beso de hace unas horas. No hablamos mucho después de eso, Alessandro hizo un mal chiste para alivianar el ambiente y luego se marchó, dejándome curiosa por saber si ese beso también había removido cosas en su interior.
— ¡Hola! —saluda animadamente, el chico que últimamente se estaba adueñando de mis pensamientos.
— ¡Hey! ¿Qué hora es? —cuestioné y le dediqué una sonrisa involuntaria. Este se acercó y yo me permití observarlo sin descaro.
Noté que su cabello estaba un poco húmedo y que se había cambiado de ropa, lo cual me dio a entender que finalmente había ido a casa, además en su rostro ya no estaba la expresión cansada de hace unas horas, cosa que me tranquilizaba completamente.
—Son las ocho —contestó finalmente a mi interrogante y se sentó en la silla que estaba ubicada a un lado de la camilla.
—Gracias, ¿mis padres están cenando?
Alessandro analizó un poco mi pregunta y segundos después soltó una carcajada, dejando a la vista su perfecta dentadura y por alguna razón esa pequeña acción hizo que mi interior vibrara.
—Son las ocho... De la mañana, Eileen —aclaró aun entre risas y yo no pude evitar sentirme avergonzada por mi pregunta. ¿Qué diablos me pasaba?
No dije nada al respecto y dirigí mi mirada a una de las paredes de la habitación. Estuve a punto de ser consumida por la vergüenza, cuando un pensamiento invadió mi cabeza.
— ¡Hoy es la TEP! —exclamé y me levanté rápidamente de la camilla, dirigiéndome al baño y permitiéndome observar mi reflejo en el espejo por primera vez desde que estaba aquí.
Solté un pequeño chillido una vez me vi en el espejo. Mi cabello estaba enredado, mis ojos tenían ojeras bastante grandes y mis labios estaban resecos. Lucía muchísimo peor que Alessandro.
Suspiré y abrí el grifo para lavar mi cara, luego intenté peinar mi cabello con los dedos y de esa manera deshacer un poco lo mal que me veía. Definitivamente odiaba los hospitales.
— ¿Estás bien? —preguntó, Alessandro desde afuera.
— ¿Por qué no me habían dicho que me veía tan mal? —Me lamenté, tapando mi rostro con las manos.
—Era lo menos importante en momentos como este, Eileen. —Me reprendió. No respondí, solo me limité a lamentarme internamente y segundos después salí del baño —con mejor aspecto que antes— para luego sentarme en la camilla a la espera de alguna enfermera.
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NO SEAS OTRO ERROR [EN EDICIÓN]
Teen FictionEileen Calwell había dedicado gran parte de su vida a ser una chica aplicada, incluso aprendió a vivir en la monotonía para no arruinar todo aquello que se había empeñado en construir durante años. Pero, todo esto cambia cuando una enfermedad se atr...