Una semana había pasado desde aquellas palabras de Aiala, incluso había tenido el valor de hablar con sus padres ese mismo día y aunque al principio todo fue bastante complicado, al final aceptaron a Aiala y ella estaba nuevamente durmiendo en su casa.
Por otro lado estaba Emmanuel quien se iba mañana a Londres y para mi suerte la semana que pasó fue aprovechada al máximo. Salimos los cuatro e hicimos varias cosas como si de ello se dependiera nuestra vida, incluso prometimos que iríamos a dejar a Emmanuel al aeropuerto, aunque con ello se fuera parte de mi corazón.
Era inevitable no sentirme triste, sería raro no tener a Emmanuel en mí día a día, aunque al final terminaría aceptándolo; después de todo él iría a cumplir uno de sus sueños y no iba a sentirme triste por ello.
—Ahora tendré que ser tu mejor amigo —bromea Alessandro a mi lado, él también había hablado con sus padres y todo había salido mejor de lo que esperaba. Toda esta situación parecía sacada de una película, al parecer ya todo estaba por mejorar.
—Tú no tendrías ese privilegio pequeño Ale —Comento con ego y él hace un puchero. Era viernes en la tarde y Alessandro había aprovechado para agradecerme por lo de los exámenes invitándome a comer helado y comprando las galletas Chockis prometidas.
El parque no estaba tan lleno y hacía un poco de frío, y yo, como de costumbre no llevaba abrigo y para colmo llevaba una falda de jean, así que moriría de hipotermia.
—Debes aprender a traer abrigo Eileen. No deseo ser caballeroso, pero no puedo ver como te congelas así que ten —me reprende, luego se quita su abrigo y me lo extiende. No me niego porque de verdad tengo frío así que la tomo rápidamente y me la pongo.
—Gracias —susurro y tomo una bocanada de aire, esté solo le resta importancia con la mano y continua caminando mientras yo lo sigo.
—Si vas a morir no va a ser de esa manera tan absurda —bufa y luego suelta una pequeña carcajada. Me quedo en silencio unos segundos hasta que recuerdo aquella anécdota que nos contó hace algunos años en el instituto.
—Oh, habla el que casi se parte la nuca en la bañera por estar perreando, imagina que hubiera dicho tu acta de defunción —contraataco y suelto una carcajada estruendosa imaginando la escena en mi cabeza.
Alessandro me da una mala mirada y se detiene cerca a una banca que está en medio del parque, luego mete las manos en los bolsillos de su pantalón y me mira fijamente a la cara, como si me estuviera analizando. Me estremezco un poco por la mirada verdosa, pero no digo nada y me dedico a esperar que hable y así lo hace.
—Por ese comentario debería quitarte mi abrigo y dejarte morir congelada, pero no soy tan malo como tú —me señala con su dedo índice y sonríe permitiéndome ver su perfecta sonrisa.
—Ya quisieras tú ser como yo. No todos tienen ese privilegio —me encojo de hombros y aspiro el olor a loción de bebé del abrigo de Alessandro. Si, él no era de los chicos que usaba loción masculina a menudo, solo lo hacía en ocasiones especiales, el resto de los días su ropa olía a bebé.
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NO SEAS OTRO ERROR [EN EDICIÓN]
Teen FictionEileen Calwell había dedicado gran parte de su vida a ser una chica aplicada, incluso aprendió a vivir en la monotonía para no arruinar todo aquello que se había empeñado en construir durante años. Pero, todo esto cambia cuando una enfermedad se atr...