Capítulo 34

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—El lunes a primera hora te haremos la TEP

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—El lunes a primera hora te haremos la TEP. Una enfermera te entregará las indicaciones que debes seguir para ello —explica el doctor Davis a lo que yo asiento con la cabeza.

Después de unas cuantas indicaciones más, sale del cuarto y justo ahí me permito soltar todo el aire que al parecer estaba conteniendo. Aún estaba un poco desorientada por la cantidad de medicamentos que me habían suministrado y aunque quisiera negarlo, también estaba así por la calurosa discusión que había tenido con Emmanuel, aunque yo hubiera sido la única que dijo algo ofensivo.

Sí, lo había extrañado muchísimo, pero eso no le daba la libertad de venir hasta mi como si nada malo hubiera pasado. Era consciente de que los dos habíamos metido la pata monumentalmente, pero como había dicho en una ocasión anterior, estaba harta de pensar en eso.

Emmanuel y yo estábamos en una cuerda floja y cualquier paso en falso, terminaría de arruinar lo que quedaba de nuestra amistad, por ese motivo, era mejor dejar las cosas así, al menos hasta que los dos sepamos hacia donde queremos llegar con todo esto.

—Hola —saluda, Aiala sacándome de mi ensimismamiento. Sonrío cuando la veo y esta me devuelve el gesto, solo que con menor intensidad.

Se acerca a la camilla con paso lento y un poco inseguro, en cuanto llega a la misma, se sienta en una esquina y me mira expectante. Mi mirada la repasa rápidamente y una vez esta llega a su rostro, la preocupación y el sentimiento de culpa me invaden.

Su nariz estaba roja y sus ojos hinchados, dejando a la luz lo mucho que había llorado en el tiempo transcurrido, sus labios estaban resecos y por más que intentara ocultarlo, su mirada denotaba tristeza y dolor interno.

—Hey, ¿qué sucede? —pregunto y me incorporo en la camilla para así tener más comodidad. Aiala baja su mirada unos segundos y luego vuelve a subirla, para luego hablar.

—Solo... Estaba asustada. Casi te perdemos, Eileen. —Soltó en un susurro casi inaudible, evitando así que su voz se quebrara en el camino.

—No pasa nada, Aiala. Estoy bien ¿ves? —digo en un intento por animarla, pero esta mantiene su expresión triste.

— ¡No lo entiendes, Eileen! Desde el momento en que Alessandro me llamó para avisarme que estabas en el hospital, sentí mucho temor. Llegar aquí y encontrarte en esta camilla, conectada a diferentes cosas, hizo que todo mi mundo se viniera encima.

»No sabes la angustia que me generaba no tener noticias sobre ti. Tenía miedo a que el doctor dijera que ya era tarde. ¿Cómo habría sobrevivido sin ti? ¿A quién le contaría historias absurdas? ¿Quién vería series conmigo mientras comemos palomitas? Nadie, Eileen. Así que no digas que todo está bien, porque por un momento nada lo estuvo. —Su voz se quebró y sus sollozos se hicieron presentes en la habitación.

Lo único que pude hacer después de su confesión fue abrazarla y aunque no podía entender del todo el sentimiento de angustia, traté de ser lo más empática posible. Jamás había visto a mi mejor amiga de esa manera y hacerlo me afectaba, pero también me hacía entender lo mucho que me quería y lo importante que era para su vida.

NO SEAS OTRO ERROR [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora