Era hora de irnos, ya había recibido el tratamiento y el alta ya la habían dado, aunque no tenía mucha energía, si tenía ganas de ir a casa. Mi mamá estaba molesta por lo que había dicho hace un rato y me sentía un poco mal por ello, después de todo no había sido del todo considerada con ella.
Caminábamos por los pasillos del hospital en total silencio, mi mamá iba a la cabeza con Alessandro y Aiala tras ella, mientras yo, me mantenía al final, como temiendo acercarme a ellos. Y en parte así era, sabía que estaban molestos por lo que dije y si me acercaba, solo recibiría reproches.
Mi atención iba dirigida al horrible color de las baldosas del suelo del hospital, hasta que una pequeña pelinegra de cabello corto, llamó mi atención.
—Mamá, te dije que era mejor si traíamos el MP3. Mi compañera de quimioterapia jamás vendrá —comentó la pequeña con un tono de desilusión y enojo en su voz.
—Chloe, la enfermera dijo que sí vendrá a los tratamientos. Solo tuvo un pequeño percance hoy y por eso no estará —aclaró la mujer que acompañaba a la pequeña.
Me quedé unos segundos observando a la niña, tenía el cabello corto y negro, su piel era un poco pálida y no sabía si era por el tratamiento o porque así era naturalmente. No era muy alta, tal vez tenía unos ocho o diez años. Sostenía de la mano a la que parecía ser su mamá y su cabeza estaba cabizbaja. No pude verle el rostro con más detalle, porque la voz de mi mamá llamándome hizo que desviara mi atención.
—Eileen, ¿qué esperas? —llamó y soltó un suspiro frustrada. Seguí caminando ya que había detenido mis pasos por escuchar la conversación de la niña y su madre, sin embargo la voz de la pequeña nuevamente interrumpió mis pasos.
— ¡Con que tu eres Eileen! —exclamó y me señaló con su pequeño dedo. Yo enarqué una ceja confundida.
—Disculpa, es que está un poco alterada —intervino la mujer que la acompañaba y reprendió a la pequeña con la mirada por su imprudencia.
—No hay problema. —Me apresuré a contestar—. Soy Eileen ¿qué hay conmigo? —cuestioné acercándome a la pelinegra y esta me miro con resentimiento, como si le hubiera hecho algo malo.
—Pero si ella está aquí, mamá —reprochó e hizo un puchero con su boca—. Te dije que nadie quería ser mi compañero de tratamiento, ¿es porque hablo mucho, mamá? —susurró con tristeza y se apresuró a abrazar a su mamá.
En ese momento, mi corazón se encogió y me sentí culpable por lo que estaba haciendo. En primer lugar, esa pequeña mantenía su esencia y se aferraba a vivir, por algo se emocionaba al ir a tratamiento. Segundo, yo le iba a quitar la oportunidad de sentir la compañía de alguien como ella o incluso, la oportunidad de tener un amigo y solo por un estúpido capricho.
¿Quién era yo para quitarle esa oportunidad a la pequeña? Yo podía ser egoísta, amargada y un poco pesimista, pero jamás le negaría la oportunidad a alguien de tener en quien apoyarse.
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NO SEAS OTRO ERROR [EN EDICIÓN]
Ficção AdolescenteEileen Calwell había dedicado gran parte de su vida a ser una chica aplicada, incluso aprendió a vivir en la monotonía para no arruinar todo aquello que se había empeñado en construir durante años. Pero, todo esto cambia cuando una enfermedad se atr...