CAPÍTULO QUINCE "Paranoia"

90 11 3
                                    

Feliz Día, Aliens:3 Ya van cinco años de ser Aliens. ¡Shoro!
Ok ya. *fuera su lado tokis*
Espero les guste el capítulo. ¡Gracias por los cuatrocientos y tanto de leídos!

Gustav dejó la taza en la barra y me miró estupefacto, en pleno silencio. Parecía no comprender lo que había dicho. Mordí mi labio, nerviosa. Esto no estaba saliendo bien...

-¿Qué?-dijo en un susurro gritado. Supiré y enterré mi rostro en mis manos.

-¡Está acá, Gustav!-dije frustrada.-Vive aquí, en Hamburgo.

-¿Cómo sabes eso?

-Me lo encontré ayer en el bar.

-¿Era el chico que te estaba mirando?-inquirió perplejo. Yo simplemente asentí, aún sin mirarle.

Sentí que me quitaban las manos del rostro con delicadeza y volteé a mirarle.

Gustav estaba junto a mi, con su mirada dulce teñida de preocupación. Me atrajo hacia él y enterré mi rostro en su pecho, pasando mis brazos por su torzo, mientras él acariciaba mi espalda de arriba a abajo, tratando de tranquilizarme.

Sentí que me había quitado un peso de encima. Por fin alguien lo sabía. Por fin me sentía acompañada en esta situación tan apremiante.

-Esto realmente te asusta, ¿cierto?

-Más de lo que crees-dije con voz quebrada. Respiré hondo, tragandome las lágrimas. No iba a llorar delante de Gustav, y menos por el imbécil de Patrick.

-Deberías ir a la policía, Anna...

Abrí los ojos con pánico y me alejé de él, alarmada, levantando el rostro, clavando mi mirada en él.

-¿Policía? ¡¿Estás loco?!

Gustav también se alejó de mi y colocó su manos a sus costado, en forma de jarra, mirándome como si la loca fuese yo.

-El tipo te trae cagada, Anna. Pon una denuncia o algo.

-Gustav, si lo fichan, sabrá que fue por MI causa-dije haciendo énfasis en el "mi".-Tú no le conoces, Gustav. Pero yo sí. He visto cosas que tú ni creerías.

-Pero, Anna...

-Pero nada.-le interrumpí con dureza.-No está a discución...

Gustav suspiró con cansancio, rascándose la nuca.

-Anna, esto no acabará bien...

Me levanté de la silla, acercándome a él. Le tomé de la mano y forzé una sonrisa, tratando de tranquilizarlo.

Gustav no conocía nada del mundo de las drogas. Nada. Si algo les pasaba, yo nunca me lo perdonaría.

-Gus-dije lo más dulce posible-, gracias. Pero tú no sabes cómo esto. Yo sí. Vi lo que le pasaba a los "soplones". Y a lo que pasaba a los alrededores de estos. Este es un mundo cruel. Y no puedo permitir que algo pase con ustedes, o mis padres. Patrick es voluble, nada constante. Se aburrirá de mi, se alejará, todo pasará. Creéme, ¿vale?

Busqué sus ojos con los míos. Necesitaba que confiara en mi. Él no sabía de lo que Patrick era capaz. Pero yo sí. Y era mi responsabilidad protegerles.

Gustav suspiró y asintió lentamente. Liberó su mano de la mía y la levantó en el aire, indicandome que habría una condición.

-Si en una semana-comenzó mirándome con extrema seriedad-, UNA semana, no se resuelve esto, YO mismo iré a la policía. Quieres protegernos, pero yo también quiero cuidarte, Anna. Todos te hemos todamo un extenso cariño. Nos dolería que algo te ocurriese.

Suspiré. No era lo que esperaba, pero una semana me daría tiempo de procesar las cosas y buscar una solución. Sonreí de medio lado y asentí. Era lindo tener a alguien de tu lado. Gustav me devolvió la sonrisa.

-Ven aquí, tonta-dijo riendo y me abrazó. Sonreí aún más.

Nunca había tenido hermanos, pero de haber sido así, habría amado que ese fuese Gustav. Era fácil de querer y confiar. Era un gran amigo. Me sentí afortunada de que me acompañara en toda esta situación.

-Venga, que se va a enfriar el chocolate-dije riendo. Se unió a mis carcajas y tomamos asiento de nuevo, esta vez hablando de cualquier cosa menos Patrick.


A la media hora, mis padres llegaron. Gustav se presentó ante ellos de una forma respetuosa que mi madre admiró. Lo supe porque mientras lo acompañaba a la puerta me dió una mirada pícara e hizo un extraño baile con sus cejas. Respondí con una mirada incrédula ante su gesto y negué rápidamente, exclamando un "somos amigos" con mi boca, sin emitir sonido alguno.

Gustav me dió una mirada de advertencia antes de salir y caminar por la calle hasta su casa. Suspiré y me mordí el labio, recostádome de la puerta a penas la cerré. Tenía que hacer algo, R-Á-P-I-D-O. Sino, Gustav cometería una locura de la cual no sólo saldría perjudicada yo  sino él, los chicos, y mis padres.

Me valía una enorme berenjena lo que a mi pudiese ocurrirme, pero que nadie tocase a mis amigos y a mis padres. Eso era otro tema.

Subí a mi cuarto gritando un "Buenas Noches" a mis padres desde la puerta de mi cuarto.

Mi habitación estaba en penumbras, haciendome retroceder. Tragué saliva y rápidamente encendí la luz. Casi me desmayo del alivio al ver que no había nadie en ella.

La cerré y eché el pestillo de una. No me gustaba para nada actuar como una estúpida paranóica, pero no podía evitarlo. Me sentía atemorizada.

Caminé con paso pesado hasta mi cama y me tiré en ella. Estaba exhausta. Tanto por la transnochada del día anterior, como por todo el torrente de emociones que había vivido a lo largo del día.

Estaba cansada, de verdad lo estaba... Pero no lograba dormir. Sentía que si cerraba los ojos, me despertaría con alguien ahorcándome o apuntándome con una pistola. Dramática, lo se. Pero ya dije, estaba que salía huyendo de Hamburgo cagando leches...

El transcurso de las dos semanas siguientes no fueron mejor. Fueron un total y maldito infierno. Pasaba las noches sin dormir, temiendo que si lo hací Patrick irrumpiría en ella y me llevaría a rastras con él.

Cuando dormía, a medias, me despertaba agitada y bañada en sudor, debido a pesadillas vívidas y horribles. Donde mis padres sufrían, o Bill se alejaba, asqueado, o donde Patrick entraba y me amenazaba.

Era agotador. Tenía ojeras violáceas bajo mis ojos y el cansancio era tal, que a veces me quedaba dormida entre clases. Bill había tenido que despertarme más de una vez.

Los chicos empezaban a preguntarme qué estaba ocurriendo, y yo me sentía horrible de mentirles: Alergaba que tenía insomnio, que me quedaba hasta tarde chateando con alguna amiga de Canadá o estudiando.

Estabamos hasta la madre de examenes, así que mis excusas no eran del todo falsas, ya que al no poder dormir estudiaba.

Gustav era el único que me miraba serio cuando decía que no era nada, que todo iba bien. Sólo él conocía la mentira detrás de mis excusas y la falsedad de mi sonrisa.

Era sofocante. Era horrible. Ya no lo soportaba.Estaba a punto de explotar...

Al final de la tercera semana-había convencido a Gustav de darme más tiempo-comencé a relajarme un poco. Si Patrick hubiese querido hacer algo, ya habría actuado, ¿no?

Volví a respirar de nuevo y me dije que estaba haciendo un drama de todo esto.

Al final, olvidé todo y me dije que todo era paranoia mía.

No sabía lo equivocada que estaba.

HIFL MIR FLIEGEN#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora