CAPÍTULO DIESIOCHO "Salida fácil: Mentir"

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Cuando terminé de ponerme el uniforme, me puse en camino a la cocina a hacerme algo rápido de desayuno.

Iba dando salsitos escaleras abajo. Tarareando alguna melodía que iba saliendo de mi cabeza en el proceso.

A penas llegué me dirigí a la nevera. Saqué el cartón de leche y mientras comenzaba a buscar el cereal, comencé a cantar una de las letras de los chicos.

- Hacía mucho que no te escuchaba cantar-escuché a mi espalda. Pegué el boté de una y casi se me caé la leche. Me volteé con el cartón en una mano y la otra en mi pecho.

Me encontré a mi madre, mirándome divertida en su ropa de oficina con una ceja enarcada, sonriendo ligeramente.

Dejó la taza de lo que supuse sería café en la barra y apartó un poco el periódico. Soltó una risita.

-No fue mi intensión asustarte, cielo.

-Descuida-susurré. Me sentía algo nerviosa con mi madre cerca. No sabía si habría notado mi salida en plena madrugada.

-¿Alguna buena noticia?-preguntó volviendo su vista al periódico y llevandose la taza a los labios.

-N-No... ¿Por qué?

-Vale. Sueles cantar cuando estás contenta.

Me sonrojé. Contenta se quedaba corto.

-También canto cuando estoy triste-dije tratando de restar importancia al asunto.

Mi madre me miró de nuevo con el ceño fruncido.

-¿Estás triste? Si hay algo que te moleste podemos volver a Canadá o ir a cualquier otro sitio, el que tú quieras.

-¡NO!-Me apresuré a decir.-¡Todo va bien! En serio.

-¿Segura?-preguntó escaneandome con la mirada. Me mordí el labio tratando de reprimir la sonrisa tonta que quería expandirse por mi rostro al recordar a Bill y asentí.

Mi madre enarcó una ceja.

-¿Hay algo... o alguien-dijo remarcando esa palabra-de que quieras platicarme, cariño?

Me reí.

-Luego.-dije volteandome para guardar la leche y no tener que seguir enfrentando su mirada inquisidora.

-Vale... ¿Estás lista? Te puedo dejar en el Instituto.

-¡Vale!-dije feliz de cambiar de tema-Deja voy a por mis cosas.

-Te espero en el auto-dijo levantandose de la barra.

No contesté y corrí a mi cuarto, a buscar mi bolso y mi chaqueta.

Salí de casa y monté en el auto con mi madre. Sorprendentemente, fue bastante bueno el viaje al Instituto. Mi padre ya se había ido al trabajo, así que ibamos nada más mamá y yo en el auto. Hablamos bastante y reimos mucho. Se sentía extraño compartir tiempo con ella. Pero genial. Se sentía de las mil maravillas haber recuperado la relación con ella. Hasta me sentí algo triste cuando llegamos al Instituto y debía irme.

-Hasta luego, linda. Nos vemos a la noche. Sé buena.

-Vale. Nos vemos. Te quiero-dije sin pensar. Mi madre lucía tan sorprendida de escucharlo como yo de decirlo. Sacudió la cabeza ligeramente y me sonrió tiernamente.

-Yo... Yo también te quiero, Anna. Hasta luego.

Sonreí tímida y bajé del auto. Caminé a paso rápido hasta la entrada y miré por encima del hombro. Mi madre seguía allí. Me despedí con un gesto de la mano y seguí mi camino.

Había pasado de todo dentro de poco...

En medio del pasillo, escuché a alguien gritar mi nombre.

Me giré confundida, buscando al dueño de la voz, y me encontré a Bill caminando hacia mí, sonriente. Sonreí a mi vez y esperé a que llegara hasta mi.

Mi corazón se aceleró y sentí mis mejillas sonrojarse ante la intensidad de su mirada.

-Hola-dije tímida cuando lo tuve frente a mi. Miré por su costado cómo Tom se apresuraba un poco para poder llegar hasta donde estábamos. Sonreí divertida.-Dejaste a Tom botado-le reproché.

Se encogió de hombros y sonrió con malicia.

-No soy su niñera.

-¡Bill!-dije dándole un manotazo juguetón.

Él se rió.

-Quería verte. No me juzgues.

Su sinceridad me enterneció. Sonreí tontamente.

-También quería verte.

-¡Ya!-escuchamos ambos quejarse a Tom.-No sean como esas parejas que no pueden ni ir al baño solos.

-¿Te da miedo que te dejemos solo, Thomas?-le pregunté con burla. Mi miró con los ojos achinados y me señaló con un dedo acusador.

-¡No me llames así!

Bill se rió pasó un brazo por el hombro de su hermano y tomó mi mano, haciendonos abanzar hacia las escaleras.

-Vamos, Tom. Llegaremos tarde.-dijo aún sonriendo.

Cuando llegamos a la puerta del salón Gustav y Georg conversaban entretenidos. Hasta que vieron a Bill caminando de mi mano. Sus miradas iban de su rostro al mío, del mío a nuestras manos, y de nuestras manos al rostro de Bill.

Ambos sonrieron con picardía.

-Parece que hay una buena historia aquí-dijo Georg a penas llegamos a su lado.

Yo me sonrojé y miré a otro lado. Bill sólo se encogió de hombros y respondió tranquilo.

-Cosas que pasan.-dijo soltando mi mano y pasando un brazo por mi cintura, atrayéndome hacia él. Pasé mis brazos por su torzo y miré a Gustav. Sonreía, pero sus ojos me miraban serios. Mordí mi labio.

-Pues les felicito-escuché a Georg y centré mi atención en él.-Ya era hora. Ha de joderte, ¿verdad Tom? Se supone que caen por ti-dijo Georg burlón. Tom le sacó el dedo medio, sonriente.

-Algunas tienen mal gusto-dijo bromeando. Bajó la mano y me despeinó cariñosamente.-Cuida a mi hermano, Anna-dijo burlón antes de que el timbre sonara.-Los veo luego-dijo despidiendose y yendose a su clase.

-Yo igual-se despidió Georg, dandonos un gesto de mano y yendose por donde se fue Tom.

-Anna, antes que te entres a clase-dijo Gustav-¿Puedo hacerte una consulta? Quiero hacerte una pregunta de física.

Yo sabía perfectamente que eso era mentira, sin embargo le seguí el rollo.

-Ahora te alcanzo-le dije a Bill. Me dio un beso corto en los labios y  entró al salón.

-Anna-comenzó Gustav-, no es momento para hablar de esto, pero te lo diré: Estoy feliz por ustedes, y lo sabes, pero es momento de que seas honesta con Bill.

-¡Ya sé! Planeo decirle... Pero, ten paciencia. No es fácil decirle eso.

-Lo sé, lo sé...-suspiró.-¿Has visto a Patrick?

Recordé lo ocurrido anoche y mi mejilla ardió. Por suerte no se notaba gracias al maquillaje que me había aplicado por la mañana... Me estremecí.

Si le contaba, se iría a la policía. Me mordí el labio e hice lo único que se me ocurrió: Mentir.

Negué con la cabeza.

-¿Segura?-me apremió el rubio. Suspiré. No me gustaba mentirle a alguien tan bueno.

-Segura-contesté trás liberar mi labio del agarre de mis dientes.

La segunda campanada de entrada a clase sonó y me despedí de Gustav.

Entré a clase sintiendome una asquerosa cobarde... Cobarde. No tenía otro nombre.

HIFL MIR FLIEGEN#Wattys2015Donde viven las historias. Descúbrelo ahora