No había casi nadie cuando llegué a la sala donde me tocaba la terapia de la tarde. Ni siquiera el doctor Kennen.
Revise la hoja pegada en la puerta de la sala, para serciorarme de que me tocaba allí, y efectivamente lo era.
Me encogí de hombros, pasé, y me ubiqué en una silla que estaba junto a una chica de cabello negro.
Levantó la vista y me sonrió tímidamente. Le delvolví una sonrisa un poco más firme, para que se sintiera algo segura.
No la había visto antes, así que supuse que era nueva.
No me dirigió la palabra, ni yo a ella. Imaginé que estaba demasiado nerviosa para entrablar conversación alguna.
A los diez minutos, cuando el doctor Kennen apareció y la hizo presentarse, supe que su nombre era Lizzie. Llevaba a penas tres meses limpia... Y tenía catorce.
Sentí una punzada en el estómago cuando dijo su edad.
De igual forma, la sesión se me hizo larga y aburrida.
No veía el punto de contarle a un montón de extraños mi experiencia, mis sentimientos... Era absurdo. Ni a ellos les importaba, ni a mi me importaba.
Cuando terminó la hora y media de terapia, salí a paso rápido de la sala.
A penas abrí las puertas, me encontré con mi amigo rubio y de gafas, esperándome paciente recostado de la pared.Sonrió incómodo y ladeó la cabeza.
-¿Qué tal te fue?
-Normal-dije encogiéndome de hombros.
Comenzamos a caminar hacia la salida hablando de temas sin importancia.
-¿Te esparas a que vaya al baño?-le dije mientras buscaba una puerta con una muñequita con vestido en ella.
-Vale. Es por aquí.
Gustav me guió a través del pasillo hasta la puerta que había estado buscando.
-Tardaré un minuto.
-Iré a buscar el auto mientras. Te veo en la entrada.
-Vale.
Me adentré en el baño y abrí la llave del agua. El lugar me daba escalofríos y quería calmarme.
Metí mis manos en el agua helada y tomé una buena cantidad. Mojé mi cara con ella, cerrando los ojos, y restregando mi rostro. Suspiré.
Todo estaba siendo una carga... Si pudiese volver a atrás, nunca haber conocido a Patrick y borrar el pasado, lo haría...
Volvería a atrás sin pensarlo. Correía al pasado y cambiaría el futuro.Apoyé las manos en la barra donde se encontraban los lavamanos y lentamente abrí los ojos. Di un grito ahogado.
-Hola linda-dijo Patrick recargado de una de las puertas de los sanitarios. Sonreía tranquilo y relajado.
No me atrevía a darme vuelta aún. Lo miraba a través del reflejo en el espejo.
-¿No vas a saludarme? ¿Te comió Bill la lengua?-preguntó burlón. Odiaba escucharlo pronunciar su nombre.
Apreté la barra de marmol de los lavabos y entecerré los ojos.
-¿Qué haces aquí?
-Vine a ver qué tal te iba en las sesiones-dijo encogiendose de hombros.-Aburridas, ¿eh?
-Vete-dije con voz dura. Tenía pánico de estar sola con él y a la vez tenía ganas de matarlo ahí mismo.
-¿Es esa forma de tratar a un viejo amor, Anna?-preguntó dramáticamente, llevandose una mano al pecho.
-Es forma de tratar a un imbécil-contesté sarcástica.
-Me hieres, Anna.
-Ojalá pudiese herirte realmente. Si me disculpas, me están esperando.
Me solté de la barra y me encaminé hasta a salida, pero Patrick me agarró del brazo. Levanté la vista hacia él, encarandolo. En sus ojos no quedaba rastro de gracia. Puro odio.
-Winnie Pooh puede esperar.-dijo con sarcasmo y una sonrisa hipócrita. Me solté de su agarre de una sacudida y me crucé de brazos, indignada.
-¡Deja de ponerles esos jodidos apodos a mis amigos!-exigí.
-Rélajete, cariño. Ellos me importan una mierda. Vine a decirte que ese Kaulitz no es para ti. ¿Por qué no lo dejas ya?
Bufé con indignación y lo miré enarcando una ceja.
-¿Acaso TÚ eres para mí?-pregunté con burla, remarcando el 'tú'. Si Bill no era para mí, no sé qué le hacía creer que él lo sería.
-Soy mejor que ese palo de escoba con peluca-dijo mientras se reía. Achiqué los ojos y lo miré con odio. ¡¿De dónde se le ocurrían semejantes cosas?!
-¡¿Palo de escoba?!
-¡Oh, vamos! ¿Has visto su cabello? Ese chico tiene problemas.
-¡Tú eres un problema!-le contradije, exasperada.-Yo quiero a Bill, Patrick. Acéptalo y vete de mi maldita vida. No voy a regresar a ti-dije poniendo una mueca de asco.-Me arruinaste. Te odio.
La mirada de Patrick se oscureció completamente y entrecerró los ojos. Retrocedí un poco. Por un segundo pensé que volvería a pegarme como la otra noche y miré hacia la puerta de salida, preguntándome si lograría ser más rápida que él corriendo hasta allí...
-Yo que tú no lo haría, Anna.-dijo adivinando mi plan.-Sabes bien que soy mucho más rápido que tú. Tal vez tú no quieras dejarlo, pero ya veremos si él quiere seguir contigo cuando se entere de lo que le has estado ocultando todo este tiempo. He escuchado que al pequeño Kaulitz no le gustan las mentiras-dijo riendo burlón. Su risa causó escalofríos en todo mi cuerpo. Se acercó a mi. Pude sentir su respiración en mi nuca.-Y cuando no te quede nadie-murmuró en mi oído-, vendrás a mí.
-Desearía tanto poder matarte...-dije con voz ahogada. Odiaba mostrarle cuánto me afectaba su cercanía. Me maldije.
-Cariño-dijo como si fuese una niña pequeña a la que su padre le estuviese explicando algo evidente.-No puedes matar lo que ya está muerto. Mejor vete, antes que pierda la paciencia-dijo aburrido.
Las piernas me temblaban como flan, pero las obligué a moverse y salir del baño. Caminé a paso rápido y vacilante hasta la salida de la clínica.
Me detuve frente a las enormes puertas, respiré hondo y pellizqué mis mejillas, tratando de que el color volviera a mi rostro.
Calmé un poco mi agitada respiración, y salí de la clínica.
Busqué con la mirada a Gustav, quien agitó la mano por encima de su cabeza junto a un auto negro. Me dirigí hasta allí y subí deprisa. Cerré de una y me abroché el cinturón.
-Dijiste que sólo sería un minuto-comentó Gustav un poco fastidiado mientras subía y cerraba la puerta.
-Pff ya sabes como somos las mujeres-traté de justificarme y forcé una sonrisa. Gustav me miró con curiosidad, pero se encogió de hombros y puso el auto en marcha trás ponerse el cinturón.
Tenía que hablar con Bill a penas llegara a su casa. Esto estaba yendo lejos...
Necesitaba contarle.
ESTÁS LEYENDO
HIFL MIR FLIEGEN#Wattys2015
RandomYo no pretendía llegar a ese punto. Ni siquiera sabía cómo había llegado a ese punto. Yo solía ser de esas chicas que se espantaba cuando veía a sus amigas con un cigarrillo. Un simple cigarrillo... Y resultó que tanto reprenderlas resultó en vano...